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jueves, 27 de febrero de 2014

El cobarde



Era el descubrimiento más grande de la humanidad y él estaba a punto de firmar, ante aquel Consejo de Sabios, que todo había sido un arranque de soberbia.



martes, 25 de febrero de 2014

A partir de

Ochocientos noventa y cinco por sesenta y cinco igual a cincuenta y ocho mil ciento setenta y cinco.
La calculadora solar funcionaba perfectamente y sabía que tenía que memorizar todas las operaciones matemáticas que tenía en el listado de su regazo, antes de destruirlo, antes de que el profesor saliera de detrás del parapeto de aquella inmensa mesa y se paseara entre las de los alumnos.
Seguro que le daría tiempo y…

-Comienza la prueba. Tienen ustedes una hora exacta. A partir de. Ahora.


Guiño

Entré tan despacio y confiado en el espacio que las estrellas se fijaron en mí 
y me guiñaron la luz.



domingo, 23 de febrero de 2014

Pizzicato

El hombre se encontraba encerrado entre dos paredes y dos puertas porque estaba a oscuras en un largo pasillo de lo que estaba definiendo, en el agobio claustrofóbico, como una trampa, en el laberinto interior del Teatro.
   A tientas, tocando la pared con las yemas de los dedos y con el refilón de los zapatos, se dirigía hacia las casi imperceptibles lucecillas rojas que asomaban por detrás del teclado numérico de claves de apertura, para la libertad  que habría tras abrirse aquella puerta.
   Y mezclado con el sonido del riego sanguíneo y el palpitar inmenso del silencio sepulcral, se escuchaba, muy a lo lejos, la música que debía de emanar de un piano.  
   Se detuvo para escuchar concentrado, para que sus pasos no interrumpieran, con sus sonidos toscos de tacón, la belleza de la pieza. Pero no tuvo tiempo de deleitarse con ella, ya que inmediato fue el cambio de registro, con un pizzicato de violines que comenzaron a arremolinar su sentido de la orientación.
   No comprendía cómo se le podía estar haciendo tan largo el trayecto, cuando había podido vislumbrar, antes de que se apagaran las luces, la verdadera dimensión del recinto.
   Y gritó:
   -¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
   Se rió de su ocurrencia, por lo estúpida que había sido y, desechando una respuesta, siguió avanzando. Poco a poco. Porque no recordaba si podría haber algún obstáculo pegado a la pared.
   Los violines enmudecieron y volvió a escuchar su respiración mientras daba por alcanzada la puerta que, con el tacto de un ligero golpeteo de nudillos, aseguró era metálica. Y como así sentenció, así empezó a golpear con las palmas de las manos, provocando truenos en el aire, que rebotaban y se mezclaban, con sus gritos, en un caos.
   Desechó la posibilidad de intentar adivinar la combinación porque ni siquiera sabía cuántos dígitos tendría que marcar y continuó con sus desesperadas increpaciones a los posibles oyentes que hubiera al otro lado.
   Y nadie acudía.
   Y maldijo el despiste de una o varias horas antes. Ni siquiera tenía la posibilidad de la llamada de urgencia con su teléfono móvil porque ¡se lo había dejado en el aparcamiento, dentro del coche!
   Apoyó la espalda contra la pared y la deslizó hasta sentarse en el frío suelo.
   ¿Cómo había ido a parar allí?
   ¿En qué parte de las instrucciones del guardia de seguridad que le atendió se había equivocado?
   Tuvo claro que la persona que le habría estado esperando, para la entrevista de trabajo, habría finalizado con los otros candidatos y se habría ido.
   ¿Qué hora sería ya? ¿Cuánto tiempo llevaba allí? ¿A nadie más se le iba a ocurrir coger este atajo? ¿Por qué no aparecía nadie?
   Puso la cara entre sus manos y las acercó a las rodillas, balanceándose en pequeños ejercicios abdominales, como si escuchara una nana, y empezó a cantarla. Suavemente. Porque necesitaba el arrullo de su propia voz. Y sin saber si mental o física, empezó a escuchar una flauta, que lo acompañaba en su tarareo.
   Y decidió que no se adormecería. Que tenía que salir de allí. Y despegó las manos. Y levantó los párpados. Siguiendo cantando. Y una pequeña luminosidad empezó a hacerse patente. Veía sus manos, y sus rodillas, y sus zapatos, y el suelo. Y las paredes a ambos lados, y el pasillo que había dejado atrás, cada vez más claro, cada vez más blanco. Y no dejó de cantar, porque tenía miedo de que, si lo hacía, volviera la oscuridad. Y la flauta le seguía acompañando.
   Puso una mano en el suelo y se empujó para levantarse.
   ¡Qué delicada voz salía de sus cuerdas vocales! ¡Qué armonía! ¡Qué dulzura sublime!
   Recordó, entonces, que a eso había ido al Teatro. A cantar. Para que le escucharan. Para que le escogieran. Para el próximo proyecto operístico. Con su voz contratenor.
   Y siguió cantando, llenando de efluvios musicales lo que minutos antes había sido una pesadilla de silencio y caos.
   Eclipsando el sonido de la flauta, porque él también era la flauta, el violín, la orquesta entera.
   Tan entusiasmado que no se percató que una de las dos puertas se entreabrió. Y volvió la luz. Toda. Íntegra. La de todos los fluorescentes que cruzaban, longitudinalmente,  el techo del pasillo.
   Y calló.
   Y gritó.
   -¡Hola! ¿Hay alguien ahí?




(Dedicado a Juan Diego Baños de Andrés,
que, con una aventura casi parecida,
me inspiró este relato.)







   

sábado, 22 de febrero de 2014

¡Hazlo!



¿Ves? ¡Ve! ¡Y quédate allí!





Cuestión de dimensiones



Ni el mejor de los televisores inteligentes de última generación, de esos en 3D, podría sustituir mi visión de su pelo color miel batiéndose en rebeldía con el viento de la tarde, cuando me abandonaba para volver a sus 2D.




Simultáneo



Mientras que yo lo pensaba, tú ya lo habías escrito.



(Dedicado a Andrea L. Zanón, gran escritora)



viernes, 21 de febrero de 2014

Altamar

Pataleaba sin parar. Nadie le escuchaba en su agonía. Si miraba hacia arriba, la inmensidad azul. Si miraba hacia abajo, metiendo la cabeza en el agua, la inmensidad negra. Hacía un buen rato que se había pinchado su colchoneta hinchable. No tenía que haberse quedado dormido.



Salvo

Habían trabajado a marchas forzadas. Toda la familia. Codo con codo. Turnándose en las horas de vigilia. Aprovechando el frescor de la noche para avanzar. Y mientras, escuchando obsesivamente las noticias radiofónicas. Y todos, agradeciendo al cabeza de familia su actitud conspiranoica. Porque ahora ya estaban preparados para el final. Aunque, predecían entusiasmados, que sería el principio de una nueva vida en común. En el refugio. Para siempre. Hasta que desapareciera la radiación gamma en el exterior. En el resto de la Tierra.





jueves, 20 de febrero de 2014

miércoles, 19 de febrero de 2014

Quijote

Don Quijote acabó estampándose contra las aspas del molino. Era la venganza del viento por haber quebrado la quietud del paisaje.


Bien por ti



Bien por ti, porque, estando hundido en la más profunda de las miserias, siempre sonríes a la vida. Bien por ti, porque creyendo que los demás son tan inocentes e ilusos como tú, confías plenamente en ellos. Bien por ti, porque tienes sueños e ilusiones que no podrás hacer realidad jamás, pero las cuentas como si ya formaran parte de tu vida. Bien por ti, porque lloras cuando ves una injusticia. Bien por ti, porque no estás apegado a nada ni a nadie y aún así amas todo y a todos. Bien por ti, porque crees que no existe un paraíso en la otra vida pero realizas actos continuos para merecerlo. Bien por ti, porque te crees todo lo que te cuentan y no haces jamás ninguna crítica. Bien por ti, porque sin ser bello ni elegante, reluces entre todos los demás. Bien por ti, porque crees lo que los demás dejaron de creer hace mucho tiempo. Bien por ti, porque jamás haces las cosas a cambio de algo. Bien por ti, porque nunca has perdido la esperanza de que alguien te ame. Bien por ti, porque tu corazón aún sigue entusiasmado con tu infancia lejana. Bien por ti, porque te he mirado a los ojos y no he visto remordimiento ni culpa en ellos. Bien por ti. Bien por ti.

Bien por ti, porque, sin conocerme, me has brindado tu ayuda.



martes, 18 de febrero de 2014

Quejándome



La artritis. La artrosis. Me lío siempre con los nombres y los conceptos. Sólo sé que me duelen los dedos de las manos con este frío. Y que se deforman y dejan de ser rectos. Y mis dibujos se sienten defraudados por mi poca fuerza de voluntad para controlar las punzadas de dolor. Y mis trazos, a veces, también salen deformados. Y la visualización que tengo en mi mente de ellos se siente corrompida. Y el arrugar el papel, apretándolo hasta formar una pelota infame, para tirarla fuera de la papelera, también me duele. Todo tan lento. Me siento inútil. A veces pienso que me podría dedicar a escribir porque con los teclados modernos no necesitaría tener mis manos al cien por cien. Pero soy dibujante, no escritor. Así que tendré que aprender a utilizar el dolor en mi beneficio. No voy a seguir quejándome, narices. Para algo algunos de mis lectores creen que soy un chaval en este mundillo de los cómics. Y he sido muchos chavales con suerte por los muchos nombres renovados, continuamente, cada ciertos años. Durante tantos que ya he perdido la cuenta, aunque el primer esbozo que se quedó plasmado en la roca de mi primera cueva, me devuelve la sonrisa y la esperanza de seguir adelante, hasta que algo o alguien me mate y acabe con mi infinita creatividad, con mi infinita vida. Mientras, seguiré llenando libros, y tebeos y paredes y museos, y algún día de estos, cuando domine la técnica, también hologramas. No debería ser tan quejica. El calorcillo de la primavera está a la vuelta de la esquina. Me consolaré con ello.

lunes, 17 de febrero de 2014

Me he sacudido la escarcha de encima

   Me he sacudido la escarcha de encima mientras mirabas por la ventana cómo empujaban mis dedos el pulsador del timbre. Y cuando éste ha sonado, te has precipitado escaleras abajo con el corazón desbocado y la cabeza arremolinada con ideas inconclusas sobre cuáles serán mis palabras al verte frente a mí contemplando la irradiación de tu belleza, tornando en espléndido el día vivido y por vivir.
   Te ha dado tiempo a quitarte los rulos que deformaban tu flequillo y a desembarazarte de la bata de felpa que ocultaba tus exuberantes curvas.
   Y cuando has entreabierto la puerta de tu casa y la de tu corazón, me has ofrecido tu más dulce sonrisa cuando, entrecortando mi normal fluidez comunicativa, te he dicho:

   -Buenas tardes, señorita. Siento la tardanza, pero con este tiempo tan loco, la gente no sabe conducir. Pero no se preocupe. La pizza que usted pidió… seguirá bien calentita.



Experimento



Experimento 1: Vida.

Experimento 2: Muerte.

Experimento 3 y último: Sueño eterno.



sábado, 15 de febrero de 2014

Beso auténtico



Enseguida quisiste que te besara, pero yo no quise hasta que te quitaras el carmín de los labios, porque te quería besar a ti.




On the rocks

Había leído, en un anuncio de una revista, que los hombres que se preciaran de serlo debían beber escocés sobre las rocas. No entendió.



viernes, 14 de febrero de 2014

Nunca es demasiado tarde

   ¿A quién cree que engaña con sus modales tan altaneros?
   Sabe que nació en la misma miseria que yo, que viene de la misma ralea y que, por mucho que intente disimularlo, de vez en cuando, le sale el deje.
   Ahora viste con ropas caras, habla por teléfonos caros y se codea con gente cara, pero no podrá evitar ser tan barata como todos los demás.
   No voy a descubrirla ante ese mundo porque ella misma lo hará y, cuando suceda, yo estaré allí para recogerla entre mis brazos y llevarla, con todo mi amor, hasta el altar.

   


El plañir

Al salir de la ermita había un ciego que hacía quejarse a su violín. Cuando se quedó observándolo, lloró por su ceguera y por su alma.


Anestesia

Dejaba pasar el tiempo y los segundos no le dolían. Maduraba mansamente, sin desear nada para que nada se produjera. Sólo él con él.


viernes, 7 de febrero de 2014

De todo



Rebuscando entre los cajones del armario encontró de todo, menos su alma perdida.


El último


Apostaba fuerte, en solitario, ante la idea de creer que no volvería a ver a otro ser humano vivo.



Iluso


-Estás tan espantado que no lo dejas fluir.
-Pero-me-estoy-muriendo.
-¡Déjalo fluir!
-¡Voy-a-desaparecer!
-¡Serás iluso! 


Lentitud



Eres lento, muy lento. Para todo, menos para vivir.


Bajo pena de muerte


El Inca miraba a sus súbditos mientras sus súbditos no osaban mirarle.


Star Trek



Teletransportándose entre planetas, pensaba en lo mucho que echaba de menos andar lentamente, pasear entre las nubes.




Suertes



Se sacudió la mala racha de encima al mismo tiempo que compraba aquel billete de lotería. La bella suerte sonreiría.


Destino cierto

El cesto estaba lleno de cerezas sabrosas. Las mismas que mancharían su inmaculada camisa. Pero le gustaba el riesgo.


En agosto




   Cómo fardaba con su chaqueta nueva. De cuero negro, reluciente, que se ceñía a su cuerpo como un guante a la mano.
   En su momento de gloria, saliendo del ambiente acondicionado de los grandes almacenes hacia el calor insoportable de la calle de un Madrid de agosto.
   Y aquellas gotas, las de gomina, mezclándose con el mar de sudor que tenía al final del cuello.
   Cimbreándose a lo Travolta, pero con muchas más canas.
   Un sueño cumplido. ¡Benditas rebajas!





Adulterio


El tornillo perdió la cabeza por pasarse de rosca.


jueves, 6 de febrero de 2014

Degradado




Aquel espejo no reflejaba su imagen.
Se miraba a los otros ojos, lacrimosos y enrojecidos, y no se reconocía en los reflejos distorsionados por el alcohol, el maldito engañador.



lunes, 3 de febrero de 2014

Involución



   El palpitar por ella. Sabiendo que jamás sería correspondida.
   Desesperanza. Toda la que su corazón de polímeros permitía. Toda la penumbra que su cerebro asimóvico asimilaba.
   Sufría las consecuencias de amar, en la distancia, sólo material, a aquella hermosa humana. Una de sus madres.
   Androide, hembra, y lesbiana. Tres factores que sus creadores nunca quisieron conjugar.
   Algún día la desconectarían y el secreto de aquel amor se tornaría perenne, inaprovechable, involucionador.






domingo, 2 de febrero de 2014

Hibernación


Lo primero que pensé cuando me desperté fue ¡vaya uñacas!



Embalse

No me muevo del terrible margen de la pasividad. Dejándome hacer y que otros hagan por mí. Con ninguna esperanza, sentando las bases para una tentación de la omnipresencia, y de la vil omnipotencia, que todo contamina, corrompe y disgrega. Inapetente de otros sabores y olores que no sean los propios de un mundo inodoro e insípido. Y con mi infinita impaciencia para que todo cambie. Para que mi memoria se rebase y arrastre la inmundicia de la vida inmerecida, embalsada y embalsamada con el tiempo desmerecedor de nuevos futuros.


sábado, 1 de febrero de 2014

Vinagre asesino

Estupefacto.
El ácido casi me agujerea el estómago.
Ésta ha querido matarme.

-¿A qué viene eso?  Porque si te lo hubiera hecho con limón, no sería gazpacho: Sería crema de tomate o algo por el estilo. Tú ni siquiera te cocinas un huevo frito. Si no es por mí, te morirías de hambre.

-¿Alguna ensalada, quizás? ¿Por qué gazpacho?

-Me pediste algo fresco y alimenticio. ¿Qué hay así, aparte de mi amor?




Relativo



El impacto fue brutal, apocalíptico. El de la Tierra contra el Asteroide.



Persuasiva


   Rose Mary Lutman me atrajo hacia sí y me susurró, al mismo tiempo que me maldecía con su mirada incendiada en ira contenida, una muerte predicha, pero no por ello más esperada.
   Y después carcajeó cuando quebré las articulaciones de mis extremidades, en una caída inverosímil, tan cierta como la pérdida del conocimiento de esta parte de la vida.
   Y recordé, antes del apagado de mis neuronas, los avisos fantasmales, llenos de supersticiones inapropiadas, de que nunca, bajo ningún concepto, me dejara embelesar por la inteligencia de una bruja.