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sábado, 7 de julio de 2012

OJOS QUE TE VEN, TU CORAZÓN QUE NO SIENTE


En el año 1998 un anuncio de periódico pedía artículos periodísticos inéditos para nuevos valores. Inmediatamente escribí esto, sin mencionar a El Corte Inglés. Hoy, pasados 14 años, puedo decir que me refería a este emporio comercial.
Móstoles
9-3-98
Muy Sres. Míos:
Respondo gustoso a su anuncio, redactando de inmediato una noticia denuncia basada en hechos reales argumentados en mi experiencia profesional y cotidiana de hace algunos años (tal como confirmo con mi Curriculum Vitae).
El tema tratado existe, pero no por sabido puede ser demostrado sin presiones sobre las conocidas empresas que lo provocan.
Gracias por su lectura y por su atención.

OJOS QUE TE VEN, TU CORAZÓN QUE NO SIENTE
   
   Empresas modelo, tanto en prestigio como en organización, y con resultados económicos apabullantes, incumplen tajantemente el mandato constitucional del respeto al derecho a la intimidad de todo ciudadano que accede a sus recintos. Son grandes emporios comerciales que vigilan, por nuestra seguridad, nuestros movimientos, porque de ellos depende el buen funcionamiento de la gran cadena de producción-oferta-demanda. Muchos de sus clientes lo dan por sabido y no les importa pero, ¿cuántos de ellos saben que se está atentando muy en serio contra sus derechos como persona?
   A la vista de cualquier tentado a incumplir el mandamiento divino sobre la apropiación indebida de lo ajeno están los dispositivos de seguimiento audiovisual, que registran la falta y sirven como testigos electrónicos del pecado, pero el que cae en el error es por falta de información, de picardía, de observación, o por abundancia de necesidad en su miseria.
   Los que honradamente deambulan por los pasillos de estos centros del consumismo ignoran la existencia de los otros ojos voyeuristas que los observan desde las alturas y que quizás no hagan tan buen uso de los datos que se les aportan, por no contar ya la función que los sufridos trabajadores que les atienden pueden estar representando para esos ojos anónimos.
   Tu firma, tus datos identificativos, todo lo que mantienes en secreto a la vista de tu interlocutor comercial, detallados, como si el voyeur estuviera presente a tu lado protegiéndose por su ideal invisibilidad, y los sonrientes, a veces forzados sonrientes, dependientes, que no sospechan que cada vez que se rasquen el culo, que se hurguen la nariz o que, simplemente, descansen in albis entre transacciones, alguien, en las alturas está tomando nota de sus poco ortodoxas maniobras particulares e íntimas, sobre todo íntimas.
   Pero ahí siguen, siendo empresas comerciales que continuamente toma el español como ejemplo de profesionalidad, de atención, de gallardía económica. Si supiera a costa de qué y de quiénes se están superando éstas en los tan cacareados rankings de beneficio anual, veríamos si les quedaban ganas de aportar su humilde granito de arena a esta parcela de la España que va tan bien. Pero ya lo dice el refrán: Ojos que no ven…


2 comentarios:

  1. Ya entonces escribias ciencia ficcion,
    pero aun... no lo sabias!

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  2. Hola, Doctor Aceituno. De veras que me ha encantado tu comentario, pero, en esta ocasión, la realidad supera la ficción, pues trabajé 4 años en El Corte Inglés y sé que lo que narro en este corto ensayo es real. Ojalá fuera ciencia ficción...

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