En el año 1998 un anuncio de periódico pedía artículos periodísticos inéditos para nuevos valores. Inmediatamente escribí esto, sin mencionar a El Corte Inglés. Hoy, pasados 14 años, puedo decir que me refería a este emporio comercial.
Móstoles
9-3-98
Muy Sres. Míos:
Respondo gustoso a su anuncio, redactando de inmediato una
noticia denuncia basada en hechos reales argumentados en mi experiencia
profesional y cotidiana de hace algunos años (tal como confirmo con mi
Curriculum Vitae).
El tema tratado existe, pero no por sabido puede ser
demostrado sin presiones sobre las conocidas empresas que lo provocan.
Gracias por su lectura y por su atención.
OJOS QUE TE VEN, TU CORAZÓN QUE NO SIENTE
Empresas modelo,
tanto en prestigio como en organización, y con resultados económicos
apabullantes, incumplen tajantemente el mandato constitucional del respeto al
derecho a la intimidad de todo ciudadano que accede a sus recintos. Son grandes
emporios comerciales que vigilan, por nuestra seguridad, nuestros movimientos,
porque de ellos depende el buen funcionamiento de la gran cadena de
producción-oferta-demanda. Muchos de sus clientes lo dan por sabido y no les
importa pero, ¿cuántos de ellos saben que se está atentando muy en serio contra
sus derechos como persona?
A la vista de
cualquier tentado a incumplir el mandamiento divino sobre la apropiación
indebida de lo ajeno están los dispositivos de seguimiento audiovisual, que
registran la falta y sirven como testigos electrónicos del pecado, pero el que
cae en el error es por falta de información, de picardía, de observación, o por
abundancia de necesidad en su miseria.
Los que
honradamente deambulan por los pasillos de estos centros del consumismo ignoran
la existencia de los otros ojos voyeuristas que los observan desde las alturas
y que quizás no hagan tan buen uso de los datos que se les aportan, por no
contar ya la función que los sufridos trabajadores que les atienden pueden
estar representando para esos ojos anónimos.
Tu firma, tus datos
identificativos, todo lo que mantienes en secreto a la vista de tu interlocutor comercial,
detallados, como si el voyeur estuviera presente a tu lado protegiéndose por su
ideal invisibilidad, y los sonrientes, a veces forzados sonrientes,
dependientes, que no sospechan que cada vez que se rasquen el culo, que se
hurguen la nariz o que, simplemente, descansen in albis entre transacciones,
alguien, en las alturas está tomando nota de sus poco ortodoxas maniobras
particulares e íntimas, sobre todo íntimas.
Pero ahí siguen,
siendo empresas comerciales que continuamente toma el español como ejemplo de
profesionalidad, de atención, de gallardía económica. Si supiera a costa de qué
y de quiénes se están superando éstas en los tan cacareados rankings de
beneficio anual, veríamos si les quedaban ganas de aportar su humilde granito
de arena a esta parcela de la España que va tan bien. Pero ya lo dice el
refrán: Ojos que no ven…
Ya entonces escribias ciencia ficcion,
ResponderEliminarpero aun... no lo sabias!
Hola, Doctor Aceituno. De veras que me ha encantado tu comentario, pero, en esta ocasión, la realidad supera la ficción, pues trabajé 4 años en El Corte Inglés y sé que lo que narro en este corto ensayo es real. Ojalá fuera ciencia ficción...
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