Ya sé que estás esperando
el momento de mi rendición, ahí sentada, frente a mí, dejando que te aplasten los
que me visitan, los que dicen que me quieren. Y cuando se van, sonríes,
convencida de que mienten y de que todos desean que sea tuyo. Pero te digo que
ahí seguirás esperando. Porque no me rendiré. Ni por el dolor ni por la
cobardía de afrontar otro día en este estado tan lamentable. Sigue riendo, que
no me impresionan tus retumbantes falsedades. Cuando tenga que acompañarte, lo
haré, pero será involuntariamente. Y no será en este hospital. Ni con este
cuerpo.
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