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jueves, 26 de diciembre de 2013

La Puerta del Puma

   Allí, en el altiplano boliviano, a 4000 metros de altitud sobre el nivel del mar, el azul del cielo es irrepetible. El contraste con el verde de las montañas, insuperable. Y el enigma de los grises de Puma Punku, que así ha sido, es y será, eterno.
   Eterno, mientras ninguno de los gobiernos bolivianos auspicie excavaciones que liberen al exterior el 66 por ciento de las ruinas que aún siguen desconocidas para nuestra civilización.
   Los bloques andesíticos visibles están desparramados por toda la zona, a 980 metros del llamado Palacio de Calassassaya, en el asentamiento de Tiahuanaco, ordenados en grupos los pocos que se pueden mover, e imperturbables los grandes bloques que superan el centenar de toneladas.
   La Arqueología oficial supone, pues, que los restos pertenecían a una gran pirámide-templo levantada, según algunos, 15000 años antes de Cristo. Imaginar no cuesta dinero y eso es lo que se ha hecho hasta ahora.
   Y el asombro apoya la leyenda.
   El que causan los posibles métodos de transporte de las rocas más grandes: En barcas o balsas de totora desde no se sabe qué canteras, pues las moles no provienen de las montañas circundantes. Según otros, el transporte sólo se invertía en traer la materia prima en pequeñas cantidades y luego ésta se amasaba con fluidos milagrosos conocidos únicamente por los técnicos-sacerdotes, moldeando las formas que más tarde se unirían, para la construcción, con un pegamento especial desconocido en la actualidad, o con grapas de cobre arsenical, que sí han sido extraídas en las últimas excavaciones, y de las que quedan huellas perennes en algunas piezas de este gigantesco rompecabezas.
   Y el estupor que producen las anomalías magnéticas localizadas en un mismo bloque cuando el N de una inocente brújula se deja desorientar con el desplazamiento centimétrico encima del mismo. Y los canales de drenaje con los que eran capaces de transportar agua desde una distancia de 10 kilómetros.
   La miseria y el desconocimiento de los actuales habitantes de la zona, donde se halla el pueblo de Tiahuanaco, han hecho rapiña en Puma Punku para levantar viviendas y otros edificios del presente con lo sagrado del pasado, y es seguro que la información que osan tener los pretendidos sabios contemporáneos esté perdida en los cimientos de otros lugares sagrados de espíritu diametralmente opuesto al de los moradores del Tiahuanaco Antiguo.
   Fueran quienes fuesen los ideadores de la enésima maravilla de aquel mundo, los incas debieron de presenciarla en mejor estado y quisieron imitarlos no pudiendo superar, ni siquiera igualar, su perfección, y puede que le dieran el nombre con el que hoy se conoce, la “Puerta del Puma”, porque quisieran hacer homenaje a uno de los símbolos divinos, el felino solar, pues creían que Tiahuanaco, donde estaba integrada, era la cuna de los orígenes de la especie humana, y que el dios sol, simbolizado por el oro de cada una de las puertas del gran templo piramidal, presenciaba a través de la puma punku el discurrir de su creación.

   Hoy la base de esa admiración explota en múltiples conjeturas de un pasado que quizás fue, y del que quizás nunca se sabrá por qué fue y por qué dejó de ser. No mientras el puma no pueda saltar hacia el cielo infinito del conocimiento por hallarse enjaulado por la falta de interés y recursos, y por toneladas de tierra roja donde no crece más que la vegetación “puna” de los Andes.


Tiahuanaco, 27 marzo 1994

domingo, 2 de diciembre de 2012

Colaboraciones


   En el año 2000, mi buen amigo el periodista brasileño Pablo Villarrubia Mauso, publicó el libro Un viaje mágico por los misterios de América, en la Editorial EDAF, dentro de la Colección Mundo Mágico y Heterodoxo, con prólogo de Alberto Vázquez-Figueroa.


   Para el capítulo VIII titulado Bolivia: Tiahuanaco, la cuna de los dioses, me pidió colaborar aportando algunas fotografías del lugar enigmático sobre el que quería escribir, a lo que accedí encantado. También me propuso algo que no me había propuesto nunca ningún periodista o escritor: Entrevistarme. Y éste es el resultado. 

   «Allí, en el altiplano boliviano, a 4.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, el azul del cielo es irrepetible. El contraste con el verde de las montañas, insuperable. Y el enigma de los grises de Puma Punku, que ha sido, es y será eterno. Fue este lugar, a poco menos de un kilómetro de Tiahuanaco, que me atrajo irresistiblemente», me decía Jesús Fernández de Zayas, un joven entusiasta de los misterios de las antiguas civilizaciones.




   Jesús había participado de un viaje a Bolivia con Javier Sierra y Vicente París en marzo de 1994. «Más del 60 por ciento de las ruinas yacen aún sepultadas por la tierra. En Bolivia no hay dinero para excavaciones. Algunos arqueólogos sirven de guías turísticos y piden algunos dólares a cambio y venden una que otra artesanía o pedacitos de piedras», me comentaba con pesar durante una visita que me hizo en Madrid.
   «Allí existen bloques de andesita gigantescos, algunos con más de 150 toneladas de peso. ¿Qué explicaciones dan los arqueólogos para su forma de transporte?», le pregunté.
   «Se ha dicho que podría ser en barcas o balsas de totora desde no se sabe qué canteras, pues las moles no provienen de las montañas circundantes. Según otros, el transporte sólo se invertía en traer la materia prima en pequeñas cantidades y luego ésta se amasaba con fluidos milagrosos conocidos únicamente por los técnicos-sacerdotes moldeando las formas. Éstas, más tarde, se unirían para la construcción gracias a un pegamento especial desconocido en la actualidad, o con grapas de cobre arsenical extraídas en las últimas excavaciones, y de las que quedan huellas perennes en algunas piezas de este gigantesco rompecabezas», seguía desgranando misterios mi amigo.

   Pero hay muchos más misterios en Puma Punku. Se han detectado anomalías magnéticas localizadas en un mismo bloque cuando el N de una brújula se deja desorientar con el desplazamiento centimétrico encima del mismo. Allí también se han encontrado los canales de drenaje con los que eran capaces de transportar agua desde una distancia de 10 kilómetros, mostrando así un avanzado sistema de organización social.
   «La miseria y el desconocimiento de los actuales habitantes de la zona donde se halla el pueblo de Tiahuanaco han hecho rapiña en Puma Punku para levantar viviendas y otros edificios. Para ello mezclan el presente con lo sagrado del pasado, y es seguro que osan tener los pretendidos sabios contemporáneos esté perdida en los cimientos de otros lugares sagrados de espíritu diametralmente opuesto al de los moradores del Tiahuanaco Antiguo», se lamentaba  Jesús.

© 2000. Pablo Villarrubia Mauso
© 2000. Editorial EDAF, S. A. 
© Fotografías: Jesús Fernández de Zayas






martes, 27 de noviembre de 2012

Mi única incursión en el periodismo


En el año 2000, mi buen amigo el periodista Pablo Villarrubia Mauso me propuso participar en la confección de uno de sus reportajes en la revista Nuevos Horizontes (Nº 4, mayo 2000).






 Le aporté todas las fotografías para su reportaje y una pequeña participación escrita que a continuación detallo.





Todas las fotografías: Jesús Fernández de Zayas
Nota: Obviamente, la revista cometió un error al adjudicar la autoría del reportaje a un tal Ernesto Milá, cuando el autor real fue PABLO VILLARRUBIA MAUSO.