En el año 2000, mi buen amigo el periodista brasileño Pablo Villarrubia Mauso, publicó el libro Un viaje mágico por los misterios de América, en la Editorial EDAF, dentro de la Colección Mundo Mágico y Heterodoxo, con prólogo de Alberto Vázquez-Figueroa.
Para el capítulo VIII titulado Bolivia: Tiahuanaco, la cuna de los dioses, me pidió colaborar aportando algunas fotografías del lugar enigmático sobre el que quería escribir, a lo que accedí encantado. También me propuso algo que no me había propuesto nunca ningún periodista o escritor: Entrevistarme. Y éste es el resultado.
«Allí,
en el altiplano boliviano, a 4.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, el
azul del cielo es irrepetible. El contraste con el verde de las montañas,
insuperable. Y el enigma de los grises de Puma Punku, que ha sido, es y será
eterno. Fue este lugar, a poco menos de un kilómetro de Tiahuanaco, que me
atrajo irresistiblemente», me decía Jesús Fernández de Zayas, un joven entusiasta
de los misterios de las antiguas civilizaciones.
Jesús había
participado de un viaje a Bolivia con Javier Sierra y Vicente París en marzo de
1994. «Más
del 60 por ciento de las ruinas yacen aún sepultadas por la tierra. En Bolivia
no hay dinero para excavaciones. Algunos arqueólogos sirven de guías turísticos
y piden algunos dólares a cambio y venden una que otra artesanía o pedacitos de
piedras»,
me comentaba con pesar durante una visita que me hizo en Madrid.
«Allí
existen bloques de andesita gigantescos, algunos con más de 150 toneladas de
peso.
¿Qué explicaciones dan los arqueólogos para su forma de transporte?»,
le pregunté.
«Se
ha dicho que podría ser en barcas o balsas de totora desde no se sabe qué
canteras, pues las moles no provienen de las montañas circundantes. Según
otros, el transporte sólo se invertía en traer la materia prima en pequeñas
cantidades y luego ésta se amasaba con fluidos milagrosos conocidos únicamente
por los técnicos-sacerdotes moldeando las formas. Éstas, más tarde, se unirían
para la construcción gracias a un pegamento especial desconocido en la
actualidad, o con grapas de cobre arsenical extraídas en las últimas
excavaciones, y de las que quedan huellas perennes en algunas piezas de este
gigantesco rompecabezas», seguía desgranando misterios mi amigo.
Pero hay muchos más
misterios en Puma Punku. Se han detectado anomalías magnéticas localizadas en
un mismo bloque cuando el N de una brújula se deja desorientar con el
desplazamiento centimétrico encima del mismo. Allí también se han encontrado
los canales de drenaje con los que eran capaces de transportar agua desde una
distancia de 10 kilómetros, mostrando así un avanzado sistema de organización
social.
«La
miseria y el desconocimiento de los actuales habitantes de la zona donde se
halla el pueblo de Tiahuanaco han hecho rapiña en Puma Punku para levantar
viviendas y otros edificios. Para ello mezclan el presente con lo sagrado del
pasado, y es seguro que osan tener los pretendidos sabios contemporáneos esté
perdida en los cimientos de otros lugares sagrados de espíritu diametralmente
opuesto al de los moradores del Tiahuanaco Antiguo», se lamentaba Jesús.
© 2000. Pablo Villarrubia Mauso
© 2000. Editorial EDAF, S. A.
© Fotografías: Jesús Fernández de Zayas
Buenas fotos, ¡enhorabuena Jesús!
ResponderEliminarHace pocos días he conocido las islas flotantes del Titicaca y sinceramente se me hace difícil de imaginar una plataforma capaz de soportar 150 toneladas a base de capas de totora... en fin.
Nuevamente felicidades y agradecerte que me hagas partícipe de tus regulares e interesantes entradas literarias en este tu blog.
Gracias amigo.
Sergio Iniesta.
Encuentro muy interesante todas esas vivencias que has tenido en paises tan lejanos y tu interés por esas civilizaciones tan antiguas como "inteligentes" ¿De donde te vino esa inquietud? Porque tus padres están muy lejos, creo yo, de esas aficiones. Me alegro de tus viajes y experiencias y te deseo que tengas muchas más... si tus responsabilidades actuales te lo permiten. Un fuerte abrazo. Tu tio
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