Rose Mary Lutman
me atrajo hacia sí y me susurró, al mismo tiempo que me maldecía con su mirada
incendiada en ira contenida, una muerte predicha, pero no por ello más esperada.
Y después
carcajeó cuando quebré las articulaciones de mis extremidades, en una caída
inverosímil, tan cierta como la pérdida del conocimiento de esta parte de la
vida.
Y recordé, antes
del apagado de mis neuronas, los avisos fantasmales, llenos de supersticiones
inapropiadas, de que nunca, bajo ningún concepto, me dejara embelesar por la
inteligencia de una bruja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario