No me muevo del terrible margen de la pasividad.
Dejándome hacer y que otros hagan por mí. Con ninguna esperanza, sentando las
bases para una tentación de la omnipresencia, y de la vil omnipotencia, que
todo contamina, corrompe y disgrega. Inapetente de otros sabores y olores que
no sean los propios de un mundo inodoro e insípido. Y con mi infinita
impaciencia para que todo cambie. Para que mi memoria se rebase y arrastre la
inmundicia de la vida inmerecida, embalsada y embalsamada con el tiempo desmerecedor
de nuevos futuros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario