Habían trabajado a marchas forzadas. Toda la familia.
Codo con codo. Turnándose en las horas de vigilia. Aprovechando el frescor de
la noche para avanzar. Y mientras, escuchando obsesivamente las noticias
radiofónicas. Y todos, agradeciendo al cabeza de familia su actitud
conspiranoica. Porque ahora ya estaban preparados para el final. Aunque,
predecían entusiasmados, que sería el principio de una nueva vida en común. En
el refugio. Para siempre. Hasta que desapareciera la radiación gamma en el
exterior. En el resto de la Tierra.
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