Hoy, día 18 de abril, me acabo de enterar, por la radio
del coche, que Gabo murió ayer.
Como no veo la
televisión y como tampoco voy a tener acceso a internet durante unos días,
comenzando un período de aislamiento involuntario que comenzó justamente ayer,
no voy a tener que caer en el recurso inmediato de hacerle mi homenaje
particular con algún tuit o reseña en algunas de las páginas web en las que
publico. Mejor. Así puedo madurar lo que escriba en mi cuaderno de hojas con
cuadrículas.
La noticia no me
ha sorprendido, dada la trayectoria en la salud del escritor, pero sí me ha apenado
un poco.
Siempre digo
que nadie muere, porque así siempre lo he creído. Y en esta ocasión no voy a
manifestar nada que contradiga esa opinión. Y nunca se muere porque los frutos
de una vida siempre quedan con nosotros, y algunos pedacitos de sus
personalidades se quedan grabados en nuestro corazón.
En el caso de
Gabriel García Márquez también será así.
Lo descubrí a
mis dieciséis años cuando, en unas vacaciones con mis abuelos paternos, me
decidí a leer algo distinto de la ciencia ficción que me había estado
alimentando hasta ese momento y, aunque ya había leído algo de él dos años
antes, esa lectura, “El Coronel no tiene quien le escriba”, por haber sido
obligada en la asignatura de Lengua española y Literatura en el primer curso de
BUP, no me había entusiasmado tanto, aunque sí llamó mi atención su final (“Mierda”),
como la que me deleitaría, por placer
propio, cuando extraje el volumen de “Cien años de soledad” de una colección
encuadernada en símil piel, de esas acompañadas por fascículos semanales.
Lo original de
su elaboración y de su propuesta me embrujó. Más adelante, cuando me enteré del
concepto “Realismo Mágico”, me di cuenta, con la perspectiva que da el tiempo, que
esa magia había hecho efecto en mi persona.
La concatenación
de hechos posteriores relacionados con mi amor por la Literatura me han hecho
ver que debo agradecer a Gabo de por vida, de por vida eterna, como la que él
tendrá para mí, que prendiera la chispa de la explosión lectora y, más tarde,
creativa, que me han dado, y siguen dando, tantas satisfacciones.
Es por ello, y
mucho más, que Gabriel García Márquez ha creado con su vida muchas vidas, y no
solamente las de sus personajes, sino la de sus lectores. Y así, Gabo nunca
morirá, porque está naciendo continuamente en todas las partes del mundo, con
cada lectura de sus obras, con cada sentencia de su espíritu.
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