Llueve sin parar, y yo, con una infinita
impaciencia, sin hacer nada para guarecerme, calándome hasta los huesos,
esperando el momento en que la vea aparecer.
Imaginándome su expresión al verme. Y todas
las posibles reacciones de su acompañante para protegerla y protegerse.
Visualizando el futuro próximo de mi mano
derecha: Desengarfiándose dentro del bolsillo de mi gabardina para apretar con
vehemencia la culata del instrumento que va a cortar de raíz su felicidad.
No estoy dispuesto a dejarles creer lo que
clama el cartel anunciador de la obra que están a punto de aplaudir.
Pues si la vida es sueño, con su amor, han
convertido la mía en una pesadilla.
Aunque esta vez mis lágrimas serán arrasadas
por la lluvia. Por la eterna lluvia.
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