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martes, 30 de diciembre de 2014

lunes, 7 de abril de 2014

Catarsis



   Llueve sin parar, y yo, con una infinita impaciencia, sin hacer nada para guarecerme, calándome hasta los huesos, esperando el momento en que la vea aparecer.
   Imaginándome su expresión al verme. Y todas las posibles reacciones de su acompañante para protegerla y protegerse.
   Visualizando el futuro próximo de mi mano derecha: Desengarfiándose dentro del bolsillo de mi gabardina para apretar con vehemencia la culata del instrumento que va a cortar de raíz su felicidad.
   No estoy dispuesto a dejarles creer lo que clama el cartel anunciador de la obra que están a punto de aplaudir.
   Pues si la vida es sueño, con su amor, han convertido la mía en una pesadilla.
   Aunque esta vez mis lágrimas serán arrasadas por la lluvia. Por la eterna lluvia.






miércoles, 19 de febrero de 2014

Quijote

Don Quijote acabó estampándose contra las aspas del molino. Era la venganza del viento por haber quebrado la quietud del paisaje.


jueves, 9 de enero de 2014

Enterrados y aplastados


   Me he enterrado rápidamente, antes de que allanen la tierra con sus orugas apisonadoras. Dejando que el minúsculo tubo me traiga el aire del exterior, tomado a mínimos sorbos, controlando al mismo tiempo las arritmias de un corazón desbocado. En la oscuridad, siendo llenados mis agujeros corporales por la insalubre arena.
   Me pregunto cómo hacer para no hacer notar mi rastro, con los últimos arañazos en la última arena que cubrirá mis manos. En una tumba.
   Y de pronto, al no poder contar con el sentido de la vista, la vibración creciente me avisa del acercamiento paulatino. Las grandes planchas, que lo aplastan todo, serán mi salvación. Mi respiración sufrirá una conmoción por más de dos minutos. Pero no importa. Me he entrenado demasiado tiempo en el arte de la asfixia. Para este momento.
   Los tapones de cera maleable en mis orificios nasales filtran milisegundos de olor nauseabundo. Pero es el mejor sistema. Enterrado con los otros. Rodeado de cadáveres.  Y los enterradores-aplastadores me sobrepasarán. Y cuando me alcance la última plancha tendré cinco minutos para recomponerme del aplastamiento y seguirles para poder yo aplastarles.
   El comandante debe de estar haciendo su cronometraje. Para que el plan surta efecto.

   Seguro que a los noventa y tres desperdigados en el campo de exterminio nos está pasando la misma idea por la cabeza: Este pequeño sacrificio vale la pena. Todo vale la pena por la venganza. Los nuestros, vengados con justicia.



jueves, 2 de enero de 2014

El profesional



   Al asesino a sueldo le pagaban para vengarse. Para no mancharse las manos de sangre. Él lo hacía y cobraba, y se vengaba, después, de los cobardes.





martes, 31 de diciembre de 2013

Masoquista




   La venganza, recién cumplida, no le satisfizo. Por ello le imploró, de rodillas, lloriqueante, que la traicionara de nuevo.