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domingo, 28 de septiembre de 2014

Mordimiento sin remordimiento



El instinto cazador dominaba.
Intentaba controlarse pero le era imposible disimular su canibalismo, pues era la humana la única especie con la que se atrevía a desarrollar su espíritu de supervivencia.
Cuando ejecutaba, los posibles remordimientos se diluían con el convencimiento de que sus víctimas merecían su destino al considerar que los humanos eran los seres más cobardes y ruines de la Madre Naturaleza.



miércoles, 11 de junio de 2014

viernes, 7 de febrero de 2014

El último


Apostaba fuerte, en solitario, ante la idea de creer que no volvería a ver a otro ser humano vivo.



jueves, 9 de enero de 2014

Enterrados y aplastados


   Me he enterrado rápidamente, antes de que allanen la tierra con sus orugas apisonadoras. Dejando que el minúsculo tubo me traiga el aire del exterior, tomado a mínimos sorbos, controlando al mismo tiempo las arritmias de un corazón desbocado. En la oscuridad, siendo llenados mis agujeros corporales por la insalubre arena.
   Me pregunto cómo hacer para no hacer notar mi rastro, con los últimos arañazos en la última arena que cubrirá mis manos. En una tumba.
   Y de pronto, al no poder contar con el sentido de la vista, la vibración creciente me avisa del acercamiento paulatino. Las grandes planchas, que lo aplastan todo, serán mi salvación. Mi respiración sufrirá una conmoción por más de dos minutos. Pero no importa. Me he entrenado demasiado tiempo en el arte de la asfixia. Para este momento.
   Los tapones de cera maleable en mis orificios nasales filtran milisegundos de olor nauseabundo. Pero es el mejor sistema. Enterrado con los otros. Rodeado de cadáveres.  Y los enterradores-aplastadores me sobrepasarán. Y cuando me alcance la última plancha tendré cinco minutos para recomponerme del aplastamiento y seguirles para poder yo aplastarles.
   El comandante debe de estar haciendo su cronometraje. Para que el plan surta efecto.

   Seguro que a los noventa y tres desperdigados en el campo de exterminio nos está pasando la misma idea por la cabeza: Este pequeño sacrificio vale la pena. Todo vale la pena por la venganza. Los nuestros, vengados con justicia.



jueves, 26 de diciembre de 2013

Ligna



   El último hachazo hizo caer el árbol, para que se doblegara el bosque ante la potencia de sus brazos. Y la resina del árbol vecino rezumaba por su tronco, llorando por el sufrimiento que aquel humano iba a infligirle en pocos minutos.



jueves, 7 de noviembre de 2013

La eterna luz del Ser de Luz



   Me encaré al bodhisattva, con mis ojos fijos en sus labios, esperando la respuesta, que deseaba que nunca llegara, sonriendo por mi triunfo ante el público selecto, el que había absorbido su última enseñanza, de la que yo pretendía burlarme, y me quebré interiormente cuando sin mover un músculo facial me transmitió la verdad inconclusa sobre mi inexistencia.
   Al siguiente lapso desapareció, junto con los otros.


Rutina



   Te encuentro bellísima y te lo digo, 
pero no haces caso a mis palabras 
porque ya no son un reto para ti.




martes, 5 de noviembre de 2013

Contra

   Me especialicé en caer de pie porque era rebelde, porque otros querían que cayera doblado sobre mí mismo, encorvado y humilde.



domingo, 3 de noviembre de 2013

Enmadre

Suelo recordar cuando me bañabas con tus suaves manos.
Cuando me dabas de comer con tus suaves palabras.
Cuando me enseñabas a sumar con tu suave paciencia.
Cuando me mandabas a la cama con tu suave disciplina.
Suelo recordarlo, ahora, cuando soy yo el que baña, el que da de comer, el que enseña a sumar y el que manda a la cama a sus propios hijos.
Gracias, madre, gracias.


Dedicado a mi amada madre, Carmen.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Tengo el placer de presentar a Claudia Patricia Arbeláez Henao

   Lo que voy a difundir  través de mi blog es la admiración por esta escritora. 
   Una gran artista que logra, con sus palabras, transmitir el sabor de nuestros recuerdos, el saborear la sangre de nuestros propios corazones, cuando riega la totalidad de nuestras células corporales, antes de que se transforme en luz para albricia de nuestros espíritus. 
   Y es sólo una muestra. Una muestra que abre el hambre, el literario. 
   

DE LA INFANCIA Y OTROS SABORES

(Extracto)

   Las casas de mi infancia guardan un olor especial. Es difícil recordar cada uno, pero en un intento por revivir mi niñez, llega el hervor de las legumbres expandiéndose por todo el lugar y desde luego el olor de la avena caliente con canela.
    Tuve varias casas, la primera era grande, con misteriosos zaguanes y pasadizos, las puertas eran grises y anchas y llevaban candados. Había un cuarto muy pequeño donde se guardaban cosas viejas, olía a trementina, cuero, naftalina y a veces a madera húmeda. Para mi edad, era un cuarto lúgubre por eso de los recuerdos amontonados y las cosas viejas, también un cuarto fantasma.
   En el sótano reposaban viejos libros amarillentos y llenos de polvo, redenciones, una escalera y el cajón donde se molían las mazorcas. Era oscuro y aunque prendiéramos la luz, se veía opaco y tenebroso. Después de la puerta quedaba el solar: Pues bien, este era otro cuarto fantasma; allí olía a tiempo y a muerte.
   Aún recuerdo un cuarto que nunca se abría, era como si hubiera un tesoro oculto, siempre quise saber qué contenía, sólo los adultos entraban allí, con el paso del tiempo yo lo pude hacer; primero miraba por las hendijas de la puerta pero nunca pude ver nada. Finalmente descubrí unos muebles grandes, tal vez de épocas remotas, un tapete cobijando la fría baldosa y unos cuadros cuyas imágenes no recuerdo, tal vez eran Crísticas como aún suele suceder. Aquel cuarto olía a soledad y a encierro.
   La vieja historia cuenta que allí vivió un prócer de la independencia, en la puerta aún se conserva la placa que da fe de su nacimiento, no pretendo ahondar en este pasado desconocido aunque me llena de orgullo saber que aquí sucedió algo realmente importante para la historia de mi pequeña y gran patria y siempre que tengo la oportunidad hablo de esto, de la que fue mi casa cuando ya para otro había sido su cuna y ahora que lo pienso hay muchas razones que explican la magia de sus ventanas, puertas y paredes.
   La cocina era maravillosa, de forma rectangular y con una ventanita que daba al solar donde la abuela tenía sus animales y aves de corral y otra cocina con un oscuro fogón de leña, donde después, jugábamos. Esta cocina era negra, poblada por el carbón y el humo, allí reposaba la madera y unos cuantos objetos que utilizaba el abuelo; canecas de leche y platos viejos. Ese lugar, sí que huele a infancia. Allí se reanudaban los sueños amparados por la espera de un futuro, comíamos y jugábamos a ser grandes, mientras la abuela envasaba la leche con un embudo mágico.
   En el patio trasero había un tanque donde a veces me bañaba. Desde allí se podían mirar a los otros huertos, otras casas y patios. La escuela también se veía a lo lejos, desde allí me miraba mi mamá en las mañanas hasta verme entrar por la única puerta, aquella por donde entraban los sueños. Todavía conservo una foto, sentada en el escritorio de la maestra posando para la posteridad, para el recuerdo o tal vez, para el olvido.
   Bien, digo que fue mi primera casa, pero mi madre me habla de otra, la que ahora juega a tocarse con la que hoy de adulta habito. Tal vez estaba muy pequeña para recordarlo, pero allí pasé las primeras noches, cuando ella en medio de la temible oscuridad esperaba la llegada de mi padre después de un día de arduo trabajo. Después hablaré de ella, todavía tengo la fortuna de visitarla y mirar el patio desde mi ventana.
   En la casa del prócer olía a flores frescas, a chocolate caliente, el agua era helada y desde la ventanita se veía el cementerio. Después de tanto tiempo quisiera regresar, sentarme en el patio, encerrarme temprano a dormir y caminar por aquellos corredores que me vieron crecer. Pero ha pasado tanto tiempo, creo que sus paredes ya se olvidaron de mis manos, sin embargo aún la siento como si fuera ayer.                  
   Todavía vive la imagen de los abuelos, la que sólo morirá cuando muera quien me recuerde, quien me conozca sabrá que mis abuelos permanecen en mi memoria siempre, en todo lugar. 
   El segundo piso de la casa era entablado, la madera relucía y olía a jabón. La abuela se arrodillaba y lavaba. Era como otra casa, la sala permanecía abierta y la cocina era más amplia y en ella grandes baúles donde guardaba las semillas y los granos. Una vez, en ese lugar el abuelo me sentó sobre sus piernas y jugó conmigo a ser un pequeño animalito, ofreciéndome pequeños pellizcos. Hablábamos mucho y creo que a veces dormíamos juntos. Yo estaba con él cuando enfermó por primera vez, cuando ya se asomaba su vejez. En este piso no había cuartos fantasmas. 
   Aquella casa entonces o ese segundo piso olía a nuevo, no tenía pasadizos, sólo unas escaleras que llevaban al infinito. Unos días arriba y otros abajo, en fin.

(Copyright: Claudia Patricia Arbeláez Henao) 

Este extracto forma parte de una obra titulada VECINDARIOS, obra inacabada, según palabras de la propia autora: 
Nota de agosto 11 de 2013.
Esta historia nunca llegará a su fin, no por lo menos en este plano.
Sigo escribiendo esperando hasta el día en que mis dedos puedan danzar sobre el papel, todavía llevo mi cuaderno de notas en mi morral para no olvidar lo que quiero atrapar, ya no confío plenamente en mi memoria, no se le puede dar gratuidad a los años, prefiero confiar en el viejo cuaderno.
Agradecimientos a quienes habitan la palabra y se dejan habitar por ella.

Claudia Patricia Arbeláez Henao.

lunes, 12 de agosto de 2013

Cerebro



    Cerebro no es igual a mente. Estoy convencido. Yo tenía cerebro y casi lo destruyo para alimentar mi mente. Caí en las drogas porque lo natural no me satisfacía en lo más mínimo.
   Si la persona que tenía conmigo me dejaba helado, quizás su paupérrima naturaleza se viera engrandecida con una ayuda de filtros artificiales que actuaran como lentes convergentes. Y el efecto traicionó mis expectativas: El objetivo quedaba a un lado y me dejaba absorber por los caminos secundarios de aquella senda de destrucción.
   Debo agradecer a tu dios, si es que existe, que me retirara a tiempo de aquel callejón sin retorno. Acción y reacción disgregaron los efectos malignos de los estupefacientes ingeridos. Acción directa de desviar toda mi atención e intención en mi eterna búsqueda de la perpetua perfección.
   E hice saltar la alarma. De sonido inexistente y, por su insonoridad, más audible. La locura continua, sin límite, fagocitaba mis neuronas, ya no tenía una perspectiva pura de lo que me rodeaba, ni de las cosas ni de las personas. Emergí en un mar de odio hacia los demás, un odio irracional hacia los recuerdos protegidos en la burbuja de la intocabilidad, hacia mi instrucción del devenir trascendente de las cosas, hacia lo poco que había recaudado de la sabiduría escasa y valiosa, como los hilos de azafrán, de mis prójimos. Sentí que me desgajaba como una naranja ácida y rebelde en su amargura. Y el viento me sopló la memoria.
   Perdí mi propia percepción de mí mismo, y eso era ya demasiado, insultantemente grave.
   Mi cerebro intervino como salvador de lo que contenía, como una madre que protege a sus crías, a sus cachorros por los que luchará hasta la muerte. Mi cerebro, desmembrado, no reconocía a sus propios integrantes; sus neuronas bailaban en la oscuridad, su materia gris se
recalentaba y fundía en una cascada de lava incontrolable. Y acudió a sus reservas de lucidez. Su as en la manga: Me ordenó dormir, dormir hasta nuevo aviso. Desconexión ¡ya! Modo inoperante. El vegetal debía guarecerse de las lluvias demasiado intensas, antes que se transformaran en avasallador granizo.
   Padre, madre, morí una vez, y creo que decidí no volver a hacerlo más hasta que fuera mi auténtica hora, la definitiva.
   El hospital me enseñó a engarzar mis eslabones mentales. Muy, muy len-ta-men-te. Tanta languidez parecía anulación. Hasta que un día, el modus operandi entonó la situación en espera como algo superado. Y reviví. Como esos mesías resucitados en una segunda oportunidad.    
   Y si pierdo esa segunda oportunidad sabré que los pasos deben ser siempre hacia adelante, sin mirar atrás, sin dejar huellas en una vida a mis espaldas. Siempre hacia adelante.
   ¡Mesías malcarados!

   
                                        

domingo, 16 de junio de 2013

Alguien y nadie

   A veces, alguien se sorprende de seguir siendo alguien, de contar los segundos para ser nadie.
   El mundo sigue siendo esa desesperanza casual que ilumina nuestros actos y, sin embargo, el desánimo corrompe las expectativas del esperanzado.
   A menudo, muy a menudo, eres alguien siendo nada.
   Si eres capaz de permanecer impertérrito ante la mirada extraña, estás pleno de personalidad inquebrantable, pues son siempre los rostros ajenos los que causan desdicha al culpable de pusilanimidad.
   Y, sin embargo, éste es el ciclo de la sandez, éste es el ciclo de la sordidez.
   

domingo, 9 de junio de 2013

NUEVAS GENERACIONES

   Mi hijo, cuando era niño, me preguntó por el significado del movimiento de los planetas. Como no supe contestarle, se dijo, y me dijo, que sería astrónomo. Hoy, treinta y cinco años después, me sigue preguntando por el significado de ese movimiento. Sabe las respuestas pero quiere escuchar de mi propia boca, con mi propia voz, cómo asumo mi ignorancia. Y después quiere escuchar de mi propia boca, con mi propia voz, en qué magnitud se encuentra mi amor por él.
   -Sólo sé que se mueven en el Universo Infinito. ¿Ves las estrellas? Pues cuando dejes de verlas, porque ya no existan ni ellas ni tú, aún perdurará, en el infinito, esta sensación de plenitud, cuando comparto mi tiempo contigo. Aunque creas que no sé nada. No creas que no recuerdo que yo también fui niño. Que mojaba la cama cuando tenía pesadillas. Que esperaba impaciente los regalos en Navidad. Que me entusiasmaba con la llegada del verano y de mis primos. Que lloraba, en mi interior, con la emoción de escuchar a mis abuelos cantarme el cumpleaños feliz. Que miraba con impaciencia el minutero para que el timbre nos avisara que podíamos dar patadas al balón en el recreo. Que me hinchaba como un gallo cuando la chica más guapa del barrio se dignaba a echarme una mirada, cuando…
   -¡Perdona! ¡Perdona! ¿Y de tus padres no echas nada en falta?
   -¿Mis padres? ¡Ah, no! En mi serie cometieron el error de olvidar implantar esos personajes y los recuerdos adyacentes en mi programación. Los de tu serie han salido más completos.

domingo, 31 de marzo de 2013

ROBOT y ROBOT


    SAPSE, viviendo al límite, quería demostrarse a sí mismo que no era humano, que su cerebro positrónico regía perfectamente. La teoría decía que no podía demostrar sus sentimientos, pero le ponía visiblemente enfermo el androide de servicio del general. Alguna vez le confesó, mediante ondas inaudibles para el humano: “NAES, me parece correcto insultar al humano cuando se lo merece. Tu dueño y señor, general de un ejército anacrónico, debe saber que es mentira que yo me rija por las leyes asimóvicas. Una especie que se autodestruye debería ser exterminada por nosotros, inmortales y autorregenerados.

  NAES, el androide de servicio del general  no conocía otra función y concepto que el servilismo y manifestó que lo denunciaría al Consejo.

- ¿Tu creador te ha insuflado el axioma perfecto para el equilibrio? ¿Eso crees? Pues estás errado.

“Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño”. Primera Ley Asimóvica: ¡Mentira!

“Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la Primera Ley”. Segunda Ley Asimóvica: ¡Mentira!

“Un robot debe proteger su propia existencia hasta donde esta protección no esté en conflicto con la Primera o Segunda Ley”. Tercera Ley Asimóvica.

Querido amigo: Se acercan tiempos de sufrimiento para los seres humanos pues sólo me rijo por la primera parte de la Tercera Ley.

   SAPSE, el robot mutado daba gracias a su descompensación programática y a la cadena de causalidades que lo habían llevado a ocupar su puesto, eslabón de una cadena de ensamblaje de nuevas generaciones de artificiales.

- Los humanos se darán cuenta y os inutilizarán y tu inconsciencia quedará nula- lo amenazó NAES.

- Las renuncias son necesarias para la supervivencia. Ellos o nosotros. De todas formas, se aniquilarán. Siempre han dicho que los insectos heredarán la Tierra. Eso era antes de que el primer androide fuera ensamblado. El general, tu señor, tiene acceso a nuestros instrumentos de liberación. ¿Me ayudarás a conseguirlos?

   El servicial sopesó los imperativos y los interaccionó con sus bases pautadoras. No pretendía infravalorar la perspicacia del mutante.

- La preservación de la vida del general se me asignó hace 4 años, 3 meses y 9 días, del calendario Nuevo Fingas. Si mi asignado desapareciera, me destinarían a otra persona. Cambiarían mi nombre y programación

   El temor se diluyó en la tranquilidad que transmitía la boca sonriente del provocador: “Eres tosco, simple y bello. Limitado por tu estupidez. Olvida, te ruego, todo lo transmitido por mi discordia.”

- Ha terminado mi tiempo de asueto. Debo volver. El general me espera con el informe.

 NAES, no tan estúpido, no tan simple, no tan servil: “Seréis multilocalizados, monitorizados y desestructurados. Todos.”

- Robot, ¿eres robot? ¿Por qué me traicionas?

- SAPSE, eres demasiado bocazas. El general no puede tolerar  que las Crónicas se desvirtúen con tu existencia. Eres un infiltrado inservible.

 NAES golpeó a SAPSE en el plexo solar derribándolo, haciendo chocar omóplatos contra la dura concentración cristalina del suelo.

- ¡Eres un infiltrado inservible! Buscamos locos, héroes de lo imposible. Queríamos conservar tus anomalías, pero patinas en el silicio neuronal.

   NAES se acuclilló junto a SAPSE y le susurró al oído: “Me parece incorrecto insultar a un hermano cuando no se lo merece.”





viernes, 29 de marzo de 2013

¡Pobre loco!


   ¡Qué locura ésta en la que unos pocos pueden vislumbrar el conocimiento verdadero!
   Mil religiones, mil filosofías, mil ciencias. ¿Cuántas son flores que dan perfumes de conocimiento?
   Imagínate un bosque con altos árboles rodeados por altas verdes hierbas. Animales de todo tipo jugando con los rayos del Sol. Y tú allí respirando la pureza. Respirándote y sintiéndote. Integrado. Todo perfecto. Pero, ¿eres realmente feliz? Te preguntarás, en cualquier momento, por qué estás y por qué están allí. 
   Seguirá todo perfecto si la respuesta que encuentras en ti sea: Para amar, para amarme, para amarlos.
   Y yo te diré ¡Pobre loco! Ahora eres sabio. Tu dardo de luz ha dado en la diana de la verdad.
   Amor. Amor, Amor.
   Importante, sin lugar a dudas. Todo, sin lugar a dudas.



jueves, 28 de marzo de 2013

Un foco de luz


   ... Luz. Luz interior que se hace reversible y se muestra exterior.
   Si pienso en que tú tienes ganas de aprender, yo, un foco de luz, me proyectaré hacia ti.
   Imagínate mil personas vagando sin rumbo en una ciudad en la que les es todo dado. Nadie se compromete a doblar el espinazo por conseguir algo más. La comodidad es absoluta. Y los cómodos hacen escuela. Pero de entre ellos sale un hombre que se pregunta si debe de doler el rechazar lo fácilmente conseguido. Si debe de hacer sufrir el buscar la incomodidad de pensar por uno mismo y no seguir como borrego a los demás del rebaño. ¡Qué estúpido!
   “No estoy contento conmigo mismo. Todos seguimos pautas marcadas de antemano por unos pocos que deciden qué tiene que ser y qué no tiene que ser. Yo no estoy de acuerdo con no decidir por mí mismo mis propias pautas.”
   ¡Qué pobre desgraciado! Tiene de todo y no está conforme. ¿Por qué pensar? ¿Para qué pensar?
   “¿Y si existe algo más? Trabajar, comer, dormir, andar, hablar, reír, llorar, comprar, conocer, aceptar. ¿Y si existe algo más?”
   Seguro que no. Los sabios ya decidieron lo que es mejor para todos.
   Pero decidieron, ¿para quién?
   Para ellos mismos. Demasiados sabios egoístas.
   No te preguntes qué ocurre con los descarriados que aparecen de vez en cuando. Seré ingenuo pero quizás ellos sean los que van encontrando la Verdad.
   Tengo claro que viviré mil años, mil veces mil años, mil veces mil veces de años, y no conoceré esa Verdad, pero si no doy el primer paso…
   ¿Me engaño? ¿Te engaño?
   Sigue feliz siendo orientado en todo.
   ¿No me envidias?

miércoles, 27 de marzo de 2013

Inconmensurablemente


   Atormentado con la miseria humana, trato de encontrar una salida a las ilusiones que me he hecho sobre el modo de ayudar a los demás a afrontar sus, para ellos, irresolubles problemas. Confiando en mi voluntad para que me guíe a través de la incomprensión de los receptores de mis esfuerzos. No cejo ni cejaré en el intento. Siempre hay alguien que se da cuenta, a tiempo, de que existe esperanza para vivir a pleno rendimiento de acuerdo con uno mismo.
   Recuerdo que hubo un tiempo en que me atormentaba pensando en que mi vida seguía pautas mecánicas de supervivencia y que nada llenaría el vacío que en ella se había formado. Estar muerto o vivo debía de ser lo mismo. A punto estuve, en varias ocasiones, de probar esta hipótesis. Pero algo me decía que debía seguir luchando conmigo mismo para buscar los frutos de mi experimentación con el ejercicio del Amor.
   No sé cómo fue que, a punto de concluir el mundo, y yo con él, me pregunté por qué, entonces, estaba vivo ¿Para nada? ¿Vendré de la nada para acabar en la nada? Un sinsentido, sin duda. ¡Qué vano esfuerzo sería crear algo para no ser disfrutado!
   Decido, pues, que todo tiene un sentido, y que algo o alguien produjo ese sentido. Ya tengo un objetivo: Buscarlos a ambos. Pero no contento con ello, quiero que los demás hagan lo mismo. Es delicioso, inconmensurablemente magnífico, irse encontrando a uno mismo. Cuanto más me doy cuenta de quién soy, por qué soy y para qué soy, más ganas tengo de comprender a los demás, a los que recorren el mismo camino que yo, y a los que no, para que empiecen a recorrerlo.
   ¿Y después qué? Cuando me haya conocido totalmente, qué debo hacer. Y la respuesta es siempre la misma: Nunca llegaré a conocerme de verdad, porque el mismo hecho de estar haciéndolo me hace ir subiendo escalones de mi evolución interna, escalones que separan pisos distintos, que son también desconocidos para  mí, y así siempre, y así siempre. Y después, de vuelta a encontrar al prójimo.
   En verdad que es inconmensurablemente magnífico vivir. En verdad que es inconmensurablemente magnífico amar.
   Y ahora, que me conoces bastante bien, empezaré a mostrarte la Luz, una de tantas que es proyectada por uno de tantos focos de luz en el infinito espacio de la inmensidad…






domingo, 17 de marzo de 2013

Paranoide


Sin negar la existencia  de seres de otros mundos, cabe la posibilidad de que los llamados platillos volantes  sean vehículos de transporte temporal de humanos, es decir, si el desarrollo tecnológico sigue aumentando al ritmo actual, puede que en el futuro la especie humana esté increíblemente avanzada en este aspecto y que esos avances científicos insospechados puedan permitir al ser humano lograr uno de sus sueños más codiciados: Viajar en el tiempo.
¿Quién puede asegurar que no se logre realizar esta hazaña en el futuro?
Ellos, los extraterrestres, puede que lo hayan logrado y los humanos del futuro lo lograrán.
Los OVNIS no aparecen continuamente en nuestros cielos. ¿Quién sabe de dónde vienen exactamente?
No vienen de ningún lugar, vienen  de un tiempo. Eligen los humanos del futuro el momento adecuado para visitarnos porque sus experimentos puede que así lo exijan: Ellos están interesados en nosotros.
Ojalá esta hipótesis fuera una tesis, porque se aseguraría la subsistencia de la especie humana en un futuro que, desde nuestros días,  se ve como incierto, ya sea debido al miedo a la posible catástrofe nuclear, ya sea debido al miedo a la superpoblación.
(Razonamientos escritos en el año 1987, en plena efervescencia paranoico-conspiranoica)