Mírame, y luego dime si no me quieres, si no me aceptas cómo
soy. Pero dímelo despacio, para que me dé tiempo a esconderme tras mi
vergüenza.
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viernes, 29 de noviembre de 2013
Al escondite
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viernes, 16 de agosto de 2013
Lapiceros de grafito, estilográficas y bolígrafos de punta redonda
Lo había probado todo. Seguía inmerso en ese
mar de dudas que te traga una vez y que por sus innumerables remolinos no te
deja salir a la superficie. Dicen, que si te dejas llevar por ellos, sin gastar
tus fuerzas para sobrevivir, te arrastran
por su sifón, y si tienes paciencia y control suficiente sobre tus reacciones
mentales, puedes volver a respirar, porque emerges en otro punto de ese mar, a
poca distancia del que te ha engullido. Y eso hice con mi destino: Dejé que me llevara a donde, desde un principio, tenía
mi puerto asignado, sin forzarlo hacia algo que yo anhelara pero que fuera imposible de ser.
Y me hice autor. De muchas cosas.
Autor de mis días sin dejar que otros me
manejaran, tanto personas como artificios. Y si necesitaba que mi mente volara,
la dejaba hacer, y escribía lo que en eso vuelos, al principio rasantes, veía.
Y cuando fui cogiendo altura y decidí estudiar todos los modos que existen de expresar
bellamente lo que permites soltar al exterior para que otros, sin influirte,
compartan contigo, fui escribiendo en papeles inmaculados. Intenté que el
sacrilegio no fuera demasiado irreverente, y que mis palabras fueran el perdón
de mi acto: Las hojas fueron páginas, y las páginas llegaron a ser libros.
Escribía como un poseso, y las drogas
artificiales, y los amores insulsos, fueron sustituidos con éxito por este
estimulante natural que en todo hombre opera y que es el deseo de crear. Sí,
creaba, y me sentía dichoso de empezar a pegarme a mi propia obra.

Escribía y escribía y escribía.
Me tentó el comprarme un ordenador o, en su
defecto, una máquina tipográfica. No. Nada de eso. Meterme en gastos sin saber
si la inversión iba a ser amortizada, era una locura. Sería mejor esperar. Con
lapiceros de grafito y con estilográficas, o bien se me emborronaba lo escrito
o bien me exigía una lentitud y preciosismo extremado. El bolígrafo de punta redonda
me convenció, porque me daba el tiempo exacto para pensar un concepto o
enunciado y plasmarlo inmediatamente antes de que éste fuera falseado por la
perspectiva temporal.
Sí, quizás ya lo había probado todo.
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domingo, 16 de junio de 2013
Alguien y nadie
A veces, alguien se sorprende de seguir siendo alguien, de contar los segundos para ser nadie.
El mundo sigue siendo esa desesperanza casual que ilumina nuestros actos y, sin embargo, el desánimo corrompe las expectativas del esperanzado.
A menudo, muy a menudo, eres alguien siendo nada.
Si eres capaz de permanecer impertérrito ante la mirada extraña, estás pleno de personalidad inquebrantable, pues son siempre los rostros ajenos los que causan desdicha al culpable de pusilanimidad.
Y, sin embargo, éste es el ciclo de la sandez, éste es el ciclo de la sordidez.
El mundo sigue siendo esa desesperanza casual que ilumina nuestros actos y, sin embargo, el desánimo corrompe las expectativas del esperanzado.
A menudo, muy a menudo, eres alguien siendo nada.
Si eres capaz de permanecer impertérrito ante la mirada extraña, estás pleno de personalidad inquebrantable, pues son siempre los rostros ajenos los que causan desdicha al culpable de pusilanimidad.
Y, sin embargo, éste es el ciclo de la sandez, éste es el ciclo de la sordidez.
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sábado, 25 de mayo de 2013
Mis archimaldiciones
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los opresores del mundo.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los privilegiados que han conseguido sus privilegios a costa de otros.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no permiten ni la igualdad ni la justicia ni la libertad.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que creen que tienen derecho a todo pisando los derechos de los demás.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no tienen ni dignidad ni respeto ni conciencia ni consciencia.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no aman la belleza de este mundo y hacen todo lo posible por destruirla.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no respetan la vida de las otras especies.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que se escudan en tradiciones estúpidas para comportarse como estúpidos energúmenos.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que creen que pueden apagar la luz interior de los que la tienen.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no se dejan amar.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no aman.
Mis archimaldiciones...
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los privilegiados que han conseguido sus privilegios a costa de otros.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no permiten ni la igualdad ni la justicia ni la libertad.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que creen que tienen derecho a todo pisando los derechos de los demás.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no tienen ni dignidad ni respeto ni conciencia ni consciencia.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no aman la belleza de este mundo y hacen todo lo posible por destruirla.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no respetan la vida de las otras especies.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que se escudan en tradiciones estúpidas para comportarse como estúpidos energúmenos.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que creen que pueden apagar la luz interior de los que la tienen.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no se dejan amar.
Mis archimaldiciones más profundas e hirientes a los que no aman.
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sábado, 4 de mayo de 2013
La Culpa, por EM Rosa
Revisando mi registro de memoria interna, me doy cuenta de que siempre he tenido obsesión literaria y cinematográfica por los robots y/o androides. Asimov, desde que tengo uso de razón, ha sido el culpable de inculcarme pasión por unos seres artificiales que siempre quieren (aún no sé por qué) asimilarse a los humanos.
Su serie de Robots valientes y arriesgados, faltos de sentido del peligro, pero más morales y humanos que los propios hombres, poblaron mis lecturas, junto con la serie (que ahora se llamaría franquicia) de la Fundación.
Y en el cine y la TV, Data, mi añorado Data de Star Trek, que sustituyó en su inteligencia a mi admirado Mr. Spock, o el Nexus 6, interpretado por el inigualable Rutger Hauer, cuyas frases, antes de morir, aún me ponen los pelos de punta y las lágrimas en la emoción, que ha hecho que, aún después de tantos años transcurridos después de su estreno, Blade Runner sea mi película favorita de todos los tiempos.
Confieso que he llorado con algunas partes de El Hombre del Bicentenario (antes de ver su versión cinematográfica con el irrisorio y ridículo Robin Williams) y que Yo, Robot, me parece una obra maestra.
No contento con leer y leer y visionar y visionar robots (los últimos, los Cylons de Battlestar Galactica, obra maestra entre las series de TV), busco relato sobre ELLOS, que algún día nos sustituirán (clamo al cielo que no se parezcan al Terminator de Schwarzenegger), y escribo novelas y cuentos varios con mis personajes favoritos, de fondo. Quizás, al no ser inmortal (eso creo) me satisfago íntimamente creyéndome uno de ellos y me trasfiguro en mi Adeldran de Luztragaluz, mi alter ego, hasta en Twitter (AndroideDesenfrenado).
Sea como sea, y como hay que instaurar este subgénero dentro del género de la ciencia ficción, los ROBOTS (Die Roboter, Kraftwerk) me seguirán obsesionando y encumbraré a todo aquel que no los muestre al común de los mortales como maquinitas esclavas de los soberbios y estúpidos humanos.
Ahora, que también me he atrevido a publicar en www.cortorelatos.com, he descubierto este relato que quiero compartir en mi blog, con el permiso de su autor, porque lo inteligente debe ser admirado y todo lo que enseñe y nos encamine hacia la Verdad, debe ser difundido:
La Culpa.
Leía las noticias con angustia y dolor. Ahora parecía que la generación de pequeños conflictos, guerras étnicas, tribales, religiosas y demás especies, en ciertos sectores emergentes del planeta, favorecían mucho más al comercio de armas que las confrontaciones grandes, multitudinarias y largas en el tiempo. Era mucho más rentable el enfrentamiento entre grupos pequeños por corto tiempo. Los absurdos derramamientos de sangre, la aniquilación de aldeas enteras donde casi no había otra cosa que ancianos, mujeres y niños era algo que desintegraba su ánimo y sus ganas de trabajar. Claro, no se trataba solamente del comercio de armas de mano. Los tiranuelos de turno habían descubierto que podían, merced a los diamantes y el petróleo, tener acceso a tecnologías más atractivas que los ejércitos ordinarios y entraron al mundo de la robótica. Los capitanes de dicha industria les diseñaron mecanismos autónomos con mando a distancia para que “jugaran” a la guerra desde su piscina palaciega o desde el mismo recinto del harem. Claro, la eficacia de estas atroces máquinas era mucho más alta que la de un hombre, un carro blindado artillado robótico no gastaba una bala si no daba en el blanco, sin hablar de los lanzallamas, lanzagranadas, etc.
Para colmo los ingenios estaban dotados de un cerebro artificial altamente inteligente que podía hacer básicamente de todo. Todo esto solo redundaba en una mayor eficacia a la hora de hablar de muerte, a tal punto que la formidable acumulación de cadáveres hacía que el hedor a putrefacción se extendiera por centenares de kilómetros a la redonda ofendiendo el olfato de jeques y mandamases de facto, por no hablar de pestes y otras yerbas generadas por semejante masa orgánica en descomposición. De esta manera decidieron que para seguir “jugando” deberían, luego de una matanza medianamente masiva, rociar los cuerpos resultantes con los lanzallamas para evitar interrumpir la “diversión”.
Si bien era un tema que sensibilizaba a cualquiera, a él lo demolía, dado que su trabajo consistía en el diseño de cerebros artificiales. Cuando comenzó a trabajar en el Departamento de Diseño Bio-fotónico de “Roberson Cyber Sistem” propuso implantar en los cerebros cláusulas restrictivas respecto a los daños a seres humanos y la propuesta fue rápidamente aceptada. Más luego la competencia hizo contacto con “esos tipos” y la generación de inofensivos ingenios utilitarios, beneficiosos para el Hombre, perdió vuelo a manos de la formidable rentabilidad de los sistemas bélicos “para jugar”. La codicia junto con la caída del paquete accionario de Roberson hizo que el directorio decidiera anular toda cláusula restrictiva y se lanzó frenéticamente a la producción de juguetitos para genocidas.
Los cerebros bio-fotónicos implementados fueron los de su diseño… y arrasaron con el mercado, por efectivos y eficientes…
Era por eso que, razonable e indirectamente, se sentía responsable del setenta y cinco por ciento de las matanzas tribales, raciales y religiosas del mundo entero, además del potencial peligro que significa que casi todos los misiles intercontinentales del primer mundo llevaran cerebros de su propia autoría.
Era por eso, también, que miraba el arma en su mano con expresión vacía y determinada. Y fue por eso que llevó el arma a su sien derecha y apretó el gatillo sin dudar un instante, pulverizando gran parte de su cabeza.
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
El estampido resonó como un trueno en el exterior. Muchos, sobresaltados y alarmados, corrían de aquí para allá buscando el origen de la detonación. Las puertas de algunas oficinas se abrían y sus ocupantes mostraban expresiones de curiosidad, alarma y ansiedad. Rápidamente llegó personal de seguridad de la empresa ordenando a los alterados empleados que desalojaran el piso. Rápidamente, solo quedaron los guardias y decidieron inspeccionar oficina por oficina pero no hizo falta, solo una tenía su puerta cerrada. Al entrar en dicho claustro encontraron a quien originó el escándalo.
Aún tenía el arma en su mano, caliente y humeante. De su cabeza solo quedaba algo más que la mitad.
Cuatro fornidos guardias hicieron falta para cargar al robot hasta el desarmadero, cuyo destruido cerebro bio-Fotónico estaba, hasta hacía diez minutos, dotado de las tan famosas cláusulas restrictivas.
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jueves, 2 de mayo de 2013
Mi traición
Tengo una amplia biblioteca cuyos ejemplares fui atesorando durante años y, al cabo de esos años, me he dado cuenta que los tesoros inalcanzables existen.
En la era de la información digitalizada, en la que nada existe si no está en las redes de internet, los kilos y kilos de papel impreso se acumulan, y con ellos, los kilos de desgana por pasar las yemas de los dedos por sus lomos y páginas.
Y la tristeza me asola, y la impotencia me estropea aquel sentido antaño, quizás equivocado, de la bibliofilia.
¿Fue, quizás, un autoengaño, un síndrome, del que no me percaté en su momento, relacionado con la acumulación sin sentido? ¿Tuve la esperanza, en su momento, de leer todo lo que compraba, recogía o intercambiaba?
¡Qué desfachatez utilizar un libro como mero adorno decorativo! Pero, ¿no es más ridículo e improductivo utilizar un libro como relleno de una personalidad no completada?
El agua y el fuego son enemigos, naturales y artificiales, de nuestros amigos los libros, pero aún peor enemigo es su ignorancia, su exclusión, su desaire, su arrinconamiento.
Eso alimenta el propio oscurantismo, la propia censura, el caer en una profunda manipulación voluntaria.
Mis libros, mis tesoros, mis alarmas internas, que gritan, con su presencia, mi traición.
Al menos aún tengo el consuelo, el lacerante consuelo, de demostrarme a mí mismo, que puedo crear palabras y dibujarlas sobre un papel inmaculado con el movimiento de danza de mis dedos, antes de trasladarlas al mundo virtual, como estoy haciendo en este instante, y que sólo el recuerdo futuro de ello impregnará mi vejez, cuando caiga en la cuenta de que la desfachatez presente podrá ser arrepentida sin penitencia, sin remordimiento, al posar mis ancianos ojos sobre las palabras escritas por mí y por otros, y que así haré justicia, poética y narrativa...
viernes, 29 de marzo de 2013
¡Pobre loco!
¡Qué locura
ésta en la que unos pocos pueden vislumbrar el conocimiento verdadero!
Mil
religiones, mil filosofías, mil ciencias. ¿Cuántas son flores que dan perfumes
de conocimiento?
Imagínate un
bosque con altos árboles rodeados por altas verdes hierbas. Animales de todo
tipo jugando con los rayos del Sol. Y tú allí respirando la pureza. Respirándote y sintiéndote. Integrado. Todo perfecto. Pero, ¿eres realmente
feliz? Te preguntarás, en cualquier momento, por qué estás y por qué están
allí.
Seguirá todo perfecto si la respuesta que encuentras en ti sea: Para
amar, para amarme, para amarlos.
Y yo te diré
¡Pobre loco! Ahora eres sabio. Tu dardo de luz ha dado en la diana de la verdad.
Amor. Amor,
Amor.
Importante,
sin lugar a dudas. Todo, sin lugar a dudas.
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jueves, 28 de marzo de 2013
Un foco de luz
... Luz. Luz interior que se hace
reversible y se muestra exterior.
Si pienso en que tú tienes
ganas de aprender, yo, un foco de luz, me proyectaré hacia ti.
Imagínate mil personas
vagando sin rumbo en una ciudad en la que les es todo dado. Nadie se compromete
a doblar el espinazo por conseguir algo más. La comodidad es absoluta. Y los
cómodos hacen escuela. Pero de entre ellos sale un hombre que se pregunta si
debe de doler el rechazar lo fácilmente conseguido. Si debe de hacer sufrir el
buscar la incomodidad de pensar por uno mismo y no seguir como borrego a los
demás del rebaño. ¡Qué estúpido!
“No estoy contento conmigo mismo. Todos seguimos pautas marcadas de
antemano por unos pocos que deciden qué tiene que ser y qué no tiene que ser.
Yo no estoy de acuerdo con no decidir por mí mismo mis propias pautas.”
¡Qué pobre desgraciado! Tiene
de todo y no está conforme. ¿Por qué pensar? ¿Para qué pensar?
“¿Y si existe algo más? Trabajar, comer, dormir, andar, hablar, reír,
llorar, comprar, conocer, aceptar. ¿Y si existe algo más?”
Seguro que no. Los sabios ya
decidieron lo que es mejor para todos.
Pero decidieron, ¿para quién?
Para ellos mismos. Demasiados
sabios egoístas.
No te preguntes qué ocurre
con los descarriados que aparecen de vez en cuando. Seré ingenuo pero quizás
ellos sean los que van encontrando la Verdad.
Tengo claro que viviré mil
años, mil veces mil años, mil veces mil veces de años, y no conoceré esa
Verdad, pero si no doy el primer paso…
¿Me engaño? ¿Te engaño?
Sigue feliz siendo orientado
en todo.
¿No me envidias?
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miércoles, 27 de marzo de 2013
Inconmensurablemente
Atormentado con la miseria humana, trato de
encontrar una salida a las ilusiones que me he hecho sobre el modo de ayudar a
los demás a afrontar sus, para ellos, irresolubles problemas. Confiando en mi
voluntad para que me guíe a través de la incomprensión de los receptores de mis
esfuerzos. No cejo ni cejaré en el intento. Siempre hay alguien que se da
cuenta, a tiempo, de que existe esperanza para vivir a pleno rendimiento de
acuerdo con uno mismo.
Recuerdo que hubo un tiempo en que me
atormentaba pensando en que mi vida seguía
pautas mecánicas de supervivencia y que nada llenaría el vacío que en ella se
había formado. Estar muerto o vivo debía de ser lo mismo. A punto estuve, en
varias ocasiones, de probar esta hipótesis. Pero algo me decía que debía seguir
luchando conmigo mismo para buscar los frutos de mi experimentación con el
ejercicio del Amor.
No sé cómo fue que, a punto de concluir el
mundo, y yo con él, me pregunté por qué, entonces, estaba vivo ¿Para nada?
¿Vendré de la nada para acabar en la nada? Un sinsentido, sin duda. ¡Qué vano
esfuerzo sería crear algo para no ser disfrutado!
Decido, pues, que todo tiene un sentido, y
que algo o alguien produjo ese sentido. Ya tengo un objetivo: Buscarlos a ambos.
Pero no contento con ello, quiero que los demás hagan lo mismo. Es delicioso,
inconmensurablemente magnífico, irse encontrando a uno mismo. Cuanto más me doy
cuenta de quién soy, por qué soy y para qué soy, más ganas tengo de comprender
a los demás, a los que recorren el mismo camino que yo, y a los que no, para
que empiecen a recorrerlo.
¿Y después qué? Cuando me haya conocido
totalmente, qué debo hacer. Y la respuesta es siempre la misma: Nunca llegaré a
conocerme de verdad, porque el mismo hecho de estar haciéndolo me hace ir
subiendo escalones de mi evolución interna, escalones que separan pisos distintos,
que son también desconocidos para mí, y
así siempre, y así siempre. Y después, de vuelta a encontrar al prójimo.
En verdad que es inconmensurablemente
magnífico vivir. En verdad que es inconmensurablemente magnífico amar.
domingo, 17 de marzo de 2013
De mí sería
Soy un mísero escritor en una
mísera habitación. Tengo ideas miserables que sé que nunca, jamás, se harán
palpables. Es mejor así. He destrozado infinitas veces las hojas manchadas de
azul. La verdad es que a mis ahora posibles lectores esto os dará igual cuando
seáis efectivos críticos de mi intento de literatura. Pero considero que debo
avisaros del estado de ánimo que me envuelve ahora mismo. Para que no os
plantéis cuestiones insolubles al faltaros mi criterio.
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sábado, 10 de noviembre de 2012
Otra, otra vez
Otra vez buscas intuiciones que no tienes. Otra vez declaras hechos que no se han producido. Otra vez acusas la falta de riesgo de lo demás en los demás. Y siempre al vaivén de las expectativas de los que ejercen su poder sobre ti, corriendo riesgos innecesarios. Acusando el desorden de no tener cubiertas las espaldas, de no saber mantenerte en el candelero. Arriesgando los fallos intransigentes de los que dependen de ti, de los que están debajo de ti. Asumiendo que no mereces sus desgracias, que no te importan sus iniquidades. Y luchas por tener un espacio en el que expandir tu mirada, el el que darle nuevos bríos a tu alma, en el mundo ese del que siempre hablas, el mundo estéril.
Porque no tienes ilusiones, porque no sabes dar rumbo a tu vida, porque aceptas los devaneos del destino y no tomas las riendas. Dejas que los otros opinen por ti, que decidan cómo engarzar los eslabones de la cadena de acontecimientos que encauzan tu existencia. Y para los que te rodean y no dependen de ti eres una sombra que pasa, que no tiene peso en sus vidas, que no mueve las máquinas de sus destinos. Pero para los que son de tu sangre, de tu estirpe, los diriges al abismo de la incertidumbre del éxito o del fracaso. Y no sólo son ellos lo que anuncian un nuevo día. Están los miserables, están los desamparados, están los crueles, los viciosos y corruptos, los catapultados a la vaciedad. Los sin alma, los sin vida, los sin nada.
Hay pocas razones para seguir luchando. Lo mejor es que puedes mirar hacia otro lado sin tener remordimientos por ser todo lo egoísta que te permita el instinto depredador, el canalla que llevas dentro.
Transigente con ese tipo de pecados, magnánimo con esa suerte de debilidades, preciso en discernir la línea divisoria entre lo malo y lo peor. Sin crítica que sólo envilece las cicatrices, que sólo dulcifican tus arrebatos, los existencialistas.
Otra vez, otra vez caerás. Otra vez caerás por el acantilando sin fondo y te golpearás contra las olas embravecidas de tu alma, preguntándote, aún así, si tú la tienes. Porque otra vez, otra vez, vuelves a no creer en nada.
En nada.
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