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jueves, 2 de mayo de 2013

Mi traición

   Tengo una amplia biblioteca cuyos ejemplares fui atesorando durante años y, al cabo de esos años, me he dado cuenta que los tesoros inalcanzables existen.
   En la era de la información digitalizada, en la que nada existe si no está en las redes de internet, los kilos y kilos de papel impreso se acumulan, y con ellos, los kilos de desgana por pasar las yemas de los dedos por sus lomos y páginas.
   Y la tristeza me asola, y la impotencia me estropea aquel sentido antaño, quizás equivocado, de la bibliofilia. 
   ¿Fue, quizás, un autoengaño, un síndrome, del que no me percaté en su momento, relacionado con la acumulación sin sentido? ¿Tuve la esperanza, en su momento, de leer todo lo que compraba, recogía o intercambiaba?
   ¡Qué desfachatez utilizar un libro como mero adorno decorativo! Pero, ¿no es más ridículo e improductivo utilizar un libro como relleno de una personalidad no completada?
   El agua y el fuego son enemigos, naturales y artificiales, de nuestros amigos los libros, pero aún peor enemigo es su ignorancia, su exclusión, su desaire, su arrinconamiento.
   Eso alimenta el propio oscurantismo, la propia censura, el caer en una profunda manipulación voluntaria.
   Mis libros, mis tesoros, mis alarmas internas, que gritan, con su presencia, mi traición.
   Al menos aún tengo el consuelo, el lacerante consuelo, de demostrarme a mí mismo, que puedo crear palabras y dibujarlas sobre un papel inmaculado con el movimiento de danza de mis dedos, antes de trasladarlas al mundo virtual, como estoy haciendo en este instante, y que sólo el recuerdo futuro de ello impregnará mi vejez, cuando caiga en la cuenta de que la desfachatez presente podrá ser arrepentida sin penitencia, sin remordimiento, al posar mis ancianos ojos sobre las palabras escritas por mí y por otros, y que así haré justicia, poética y narrativa...


2 comentarios:

  1. Gran reflexión. El avance imparable de la tecnología está arrasando todo a su paso, lo que merecía serlo
    y lo que no. Como bien haces, adaptarse o morir.

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  2. Sería absurdo perdernos la maravilla de libros que se han hecho sólo porque exista otra manera de vehicular los textos. Por algo se habla de las artes del libro, porque el mensaje de un buen libro, bien hecho, no es sólo el texto. La bibliofilia sobrevivirá, no lo dudes.
    Pero recientemente tuve ocasión de ver un niño, unos ocho años, deslizando de izquierda a derecha el dedo sobre la página impar de un libro de papel para poder ver la página siguiente...

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