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martes, 5 de agosto de 2014
Lo que te prometí
Estoy perdiendo turgencia en la piel de mis extremidades, mis manos se resienten con el frío helado de este invierno y los ojos se me enturbian cuando recuerdo que ya no estás conmigo. Mas la sangre me da vida y sobrevivo por ti, porque te lo prometí en tu lecho de muerte.
sábado, 28 de diciembre de 2013
A la última
Siempre a la última moda, con los últimos avances
tecnológicos implantados en su marchito cuerpo.
Vigilando de reojo al que osara
hablarle al frágil oído.
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jueves, 2 de mayo de 2013
Mi traición
Tengo una amplia biblioteca cuyos ejemplares fui atesorando durante años y, al cabo de esos años, me he dado cuenta que los tesoros inalcanzables existen.
En la era de la información digitalizada, en la que nada existe si no está en las redes de internet, los kilos y kilos de papel impreso se acumulan, y con ellos, los kilos de desgana por pasar las yemas de los dedos por sus lomos y páginas.
Y la tristeza me asola, y la impotencia me estropea aquel sentido antaño, quizás equivocado, de la bibliofilia.
¿Fue, quizás, un autoengaño, un síndrome, del que no me percaté en su momento, relacionado con la acumulación sin sentido? ¿Tuve la esperanza, en su momento, de leer todo lo que compraba, recogía o intercambiaba?
¡Qué desfachatez utilizar un libro como mero adorno decorativo! Pero, ¿no es más ridículo e improductivo utilizar un libro como relleno de una personalidad no completada?
El agua y el fuego son enemigos, naturales y artificiales, de nuestros amigos los libros, pero aún peor enemigo es su ignorancia, su exclusión, su desaire, su arrinconamiento.
Eso alimenta el propio oscurantismo, la propia censura, el caer en una profunda manipulación voluntaria.
Mis libros, mis tesoros, mis alarmas internas, que gritan, con su presencia, mi traición.
Al menos aún tengo el consuelo, el lacerante consuelo, de demostrarme a mí mismo, que puedo crear palabras y dibujarlas sobre un papel inmaculado con el movimiento de danza de mis dedos, antes de trasladarlas al mundo virtual, como estoy haciendo en este instante, y que sólo el recuerdo futuro de ello impregnará mi vejez, cuando caiga en la cuenta de que la desfachatez presente podrá ser arrepentida sin penitencia, sin remordimiento, al posar mis ancianos ojos sobre las palabras escritas por mí y por otros, y que así haré justicia, poética y narrativa...
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