Vistas de página en total

miércoles, 27 de marzo de 2013

Inconmensurablemente


   Atormentado con la miseria humana, trato de encontrar una salida a las ilusiones que me he hecho sobre el modo de ayudar a los demás a afrontar sus, para ellos, irresolubles problemas. Confiando en mi voluntad para que me guíe a través de la incomprensión de los receptores de mis esfuerzos. No cejo ni cejaré en el intento. Siempre hay alguien que se da cuenta, a tiempo, de que existe esperanza para vivir a pleno rendimiento de acuerdo con uno mismo.
   Recuerdo que hubo un tiempo en que me atormentaba pensando en que mi vida seguía pautas mecánicas de supervivencia y que nada llenaría el vacío que en ella se había formado. Estar muerto o vivo debía de ser lo mismo. A punto estuve, en varias ocasiones, de probar esta hipótesis. Pero algo me decía que debía seguir luchando conmigo mismo para buscar los frutos de mi experimentación con el ejercicio del Amor.
   No sé cómo fue que, a punto de concluir el mundo, y yo con él, me pregunté por qué, entonces, estaba vivo ¿Para nada? ¿Vendré de la nada para acabar en la nada? Un sinsentido, sin duda. ¡Qué vano esfuerzo sería crear algo para no ser disfrutado!
   Decido, pues, que todo tiene un sentido, y que algo o alguien produjo ese sentido. Ya tengo un objetivo: Buscarlos a ambos. Pero no contento con ello, quiero que los demás hagan lo mismo. Es delicioso, inconmensurablemente magnífico, irse encontrando a uno mismo. Cuanto más me doy cuenta de quién soy, por qué soy y para qué soy, más ganas tengo de comprender a los demás, a los que recorren el mismo camino que yo, y a los que no, para que empiecen a recorrerlo.
   ¿Y después qué? Cuando me haya conocido totalmente, qué debo hacer. Y la respuesta es siempre la misma: Nunca llegaré a conocerme de verdad, porque el mismo hecho de estar haciéndolo me hace ir subiendo escalones de mi evolución interna, escalones que separan pisos distintos, que son también desconocidos para  mí, y así siempre, y así siempre. Y después, de vuelta a encontrar al prójimo.
   En verdad que es inconmensurablemente magnífico vivir. En verdad que es inconmensurablemente magnífico amar.
   Y ahora, que me conoces bastante bien, empezaré a mostrarte la Luz, una de tantas que es proyectada por uno de tantos focos de luz en el infinito espacio de la inmensidad…






No hay comentarios:

Publicar un comentario