Vistas de página en total

Mostrando entradas con la etiqueta soledad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta soledad. Mostrar todas las entradas

sábado, 3 de mayo de 2014

La declaración

   No era muy dado a hablar en público. Ni siquiera tenía presencia para hacerlo. Ni nunca tuvo tema lo suficientemente atractivo para embaucar a los posibles oyentes.
   No comprendía, entonces, por qué le habían escogido a él para transmitir ese mensaje que ni siquiera él comprendía.
   Tan humilde y tan apocado. Tan poca cosa.
   Se acercó a aquella reunión en el comedor social para abrigarse de la soledad que le esquilmaba en la miseria de la calle. Ese peregrinar rutinario para no sentirse olvidado por el resto de la especie humana. Y de paso, comer caliente. Y aquel hombre robusto, que ya había visto antes, mirándole siempre de reojo, mientras hablaba con las monjas que regían todo con disciplina férrea.
   Y sin haberle dirigido palabra alguna antes, le tomó por el hombro y clavó su mirada de vidrioso azul para espetarle.
   -Sé que eres el elegido. Y ha llegado tu momento. Ha llegado la hora de hacerles saber a los otros que has venido a redimirles.
   En tres ocasiones se repitió la misma escena. En diferentes enclaves. Y siempre rodeados del barullo de los otros miserables.
   Y en ninguna de ellas contestó. Pensó que aquel loco se olvidaría de él. Que alguna paranoia extraña le hacía tener aquella fijación. Y que tan pronto como pasó de la ignorancia a la manía persecutoria, volvería a no reconocerle entre la multitud.
   Pero se equivocó.  Ahora estaba allí. Ante otra multitud. Con un micrófono en la mano. Engalanado con un traje de etiqueta. Bien rasurado, peinado y perfumado. Irreconocible para él mismo.
   Y cien mil ojos mirándole. En silencio. Bajo un cielo más azul que nunca. Aguantando la respiración. Hambrientos de conocimiento.
   Y otros cientos de ojos artificiales enfocando sus iris al simpar. Tantos como países tenía el mundo. Esperando la declaración.
   Miró por última vez hacia atrás, hacia el fondo del escenario, para asegurarse de que allí estaba ojosazules, incitándole con la mirada y con la mano nerviosa para que hablara.
   Tímido, humilde, pero sobre todo, sincero.
   -Yo… soy… Dios.




(Relato presentado al V Concurso de Relatos Breves de Diari de Terrassa, con seudónimo “Virgilio Taciturno”)

viernes, 20 de diciembre de 2013

Las horas llanas

   Las horas llanas. Sin altibajos. Sin emociones. Vacías. Tan distantes los recuerdos. Tan próximos los pensamientos, los peores pensamientos. Esos que la soledad aflora. Tan poco caritativos con el espíritu débil. Sin control inmediato en una cabeza martirizada.
   Deseando que las horas llanas pasen, para caer en el nuevo día con más horas llanas.
   Y siempre, algo irremediable, siempre vacío.
   En el corazón.


lunes, 16 de diciembre de 2013

Dulzor amargo

   Él, por supuesto, se creía supergracioso, y con las carantoñas y piropos recargados a las señoritas y señoras, se granjeaba nuevas enemigas, pues a ninguna gustaba su empalagoso estilo. Pero él hacía oídos sordos y miradas ciegas. Y seguía en sus trece.
   Y los más escandalosos comentarios machistas salían de su boca para no verse descolgado de las variadas pandillas de amigotes en las que andaba infiltrándose. Todo coches, mujeres y cerveza. Y llevaba a rajatabla aquello de que si no hueles a sudor, tabaco y vino no eres hombre.

   Mas cientos de conocidos no eran bastantes para llenar su vacío, ya que cuando llegaba a casa muy de noche, ningún verdadero amigo, ningún amor de mujer, hombre, niño o animal espantaba su soledad, tan profunda que lloraba silencioso ante su propio reflejo en el espejo, mientras se cepillaba los dientes ensayando alguna mueca que otra para demostrar su encanto a la mañana siguiente ante más desconocidos.