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lunes, 24 de noviembre de 2014

Gracias


Fue a la iglesia para contemplar la gracia divina. Cuando lo logró no le hizo tanta gracia.



domingo, 26 de octubre de 2014

Superhombre



  -¡¡¡Ante usted, ingenuo buscador de lo inencontrable, la razón de mi existencia... la razón de nuestras existencias, átomos en el mar de las galaxias que vagamos sin referencias de lo Absoluto!!! ¡¡¡Ante usted, lo que fue, lo que ha sido, lo que es y seguirá siendo!!! ¡¡¡Sin más palabras, ni conceptos ni fatuos propósitos!!! ¡¡¡Le presento a... El Superhombre!!!

   Ante los ojos, la magia, porque así definía el entramado fantástico que le rodeaba a diestro y siniestro, y para el que no conocía explicación. Aparatos formidables, efectos ópticos incoherentes, infinitos halos vibratorios, y más, mucho más de lo  inexplicable, enigmático, inconsecuente con la razón.



sábado, 25 de octubre de 2014

MagniciDios




Hemos decidido el deicidio.
Nosotros, los dejados de la mano de Dios.
Los elegidos por la desesperanza del mundo.

martes, 22 de julio de 2014

De ausencias

Una regla matemática dictaba la imposibilidad de mi existencia. Un tal Dios se había saltado algunas clases.


sábado, 3 de mayo de 2014

La declaración

   No era muy dado a hablar en público. Ni siquiera tenía presencia para hacerlo. Ni nunca tuvo tema lo suficientemente atractivo para embaucar a los posibles oyentes.
   No comprendía, entonces, por qué le habían escogido a él para transmitir ese mensaje que ni siquiera él comprendía.
   Tan humilde y tan apocado. Tan poca cosa.
   Se acercó a aquella reunión en el comedor social para abrigarse de la soledad que le esquilmaba en la miseria de la calle. Ese peregrinar rutinario para no sentirse olvidado por el resto de la especie humana. Y de paso, comer caliente. Y aquel hombre robusto, que ya había visto antes, mirándole siempre de reojo, mientras hablaba con las monjas que regían todo con disciplina férrea.
   Y sin haberle dirigido palabra alguna antes, le tomó por el hombro y clavó su mirada de vidrioso azul para espetarle.
   -Sé que eres el elegido. Y ha llegado tu momento. Ha llegado la hora de hacerles saber a los otros que has venido a redimirles.
   En tres ocasiones se repitió la misma escena. En diferentes enclaves. Y siempre rodeados del barullo de los otros miserables.
   Y en ninguna de ellas contestó. Pensó que aquel loco se olvidaría de él. Que alguna paranoia extraña le hacía tener aquella fijación. Y que tan pronto como pasó de la ignorancia a la manía persecutoria, volvería a no reconocerle entre la multitud.
   Pero se equivocó.  Ahora estaba allí. Ante otra multitud. Con un micrófono en la mano. Engalanado con un traje de etiqueta. Bien rasurado, peinado y perfumado. Irreconocible para él mismo.
   Y cien mil ojos mirándole. En silencio. Bajo un cielo más azul que nunca. Aguantando la respiración. Hambrientos de conocimiento.
   Y otros cientos de ojos artificiales enfocando sus iris al simpar. Tantos como países tenía el mundo. Esperando la declaración.
   Miró por última vez hacia atrás, hacia el fondo del escenario, para asegurarse de que allí estaba ojosazules, incitándole con la mirada y con la mano nerviosa para que hablara.
   Tímido, humilde, pero sobre todo, sincero.
   -Yo… soy… Dios.




(Relato presentado al V Concurso de Relatos Breves de Diari de Terrassa, con seudónimo “Virgilio Taciturno”)

lunes, 4 de febrero de 2013

El Huevo


No creáis, no estoy siempre mirándome mi propio ombligo. Amo la creatividad humana, en todos sus aspectos, y admiro al que crea, aunque sus pensamientos y sus actos estén en contraposición con los míos. Todo es respetable. Pero lo hermoso, más aún...



Muy bueno, Jose. Gracias por enviármelo. Es como si confirmara muchas de las cosas en las que creo. Creo que lo voy a subir a mi blog para compartirlo. 


Un beso. Y gracias.







The Egg
By: Andy Weir
Translation: Ezequiel Aranda

Ibas camino a tu casa cuando falleciste.
Fue un accidente de tránsito. Nada extraordinario, pero sin embargo fatal. Dejaste atrás una esposa y dos hijos. Fue una muerte indolora. Los paramédicos dieron todo de sí para salvarte, pero no hubo caso. Tu cuerpo estaba tan destrozado, que hasta fue mejor así, créeme.
Y fue entonces que nos encontramos.
“¿Qué… Qué pasó?” Preguntaste. “¿Dónde estoy?”
“Moriste”, respondí con naturalidad. No tenía sentido medir mis palabras.
“Había… un camión y estaba derrapando…”
“Sí”, dije.
“Yo… ¿Morí?”.
“Sí. Pero no te sientas mal al respecto. Todos mueren”.
Miraste alrededor. No había nada. Sólo tú y yo. “¿Qué es este lugar?” Preguntaste. ¿Es el más allá?
“Más o menos”.
“¿Usted es Dios?”
“Sí, soy Dios”.
“Mis hijos… mi esposa”. Preguntaste.
“¿Qué hay con ellos?”
“¿Estarán bien?”
“Eso me gusta. Acabas de morir y tu principal preocupación es tu familia. Eso es muy bueno”.
Me miraste con fascinación. Para ti, no me veía como Dios. Sólo me veía como un tipo común. O posiblemente una mujer. Una vaga figura de autoridad, quizás. Más como una maestra de gramática, que como el Todopoderoso.
“No te preocupes. Ellos estarán bien. Tus hijos te recordarán como alguien perfecto en todo aspecto. No tuvieron tiempo para llegar a despreciarte por algo en particular. Tu esposa llorará por fuera, pero sentirá alivio por dentro. A decir verdad, tu matrimonio se estaba cayendo en pedazos. Si te sirve de consuelo, se sentirá culpable al sentir alivio”.
“Oh”, dijiste. “Entonces, ¿Qué pasa ahora? ¿Me voy al Cielo, o al Infierno, o algo así?
“Ninguno. Serás reencarnado”.
“Ah, entonces los hindúes tenían razón”.
“Todas las religiones están en lo cierto, a su manera”, contesté. “Camina conmigo”.
Me seguiste mientras cruzábamos el vacío. “¿A dónde vamos?”
“A ningún lugar en particular. Se siente bien caminar mientras hablamos”.
“¿Y cuál es el punto entonces? Preguntaste. “Cuando renazca, seré solamente una pizarra en blanco, ¿verdad? Un bebé. Todas mis experiencias y todo lo que hecho en esta vida no importará”.
“No exactamente. Llevas contigo todo el conocimiento y las experiencias de todas tus vidas pasadas. Sólo que no lo recuerdas ahora mismo”.
Paré de caminar y te tomé por los hombros. “Tu alma es mucho más magnífica, bella, y gigantesca de lo que puedas imaginar. Una mente humana solo puede contener una pequeña fracción de lo que eres. Es como apoyar tu dedo en un vaso con agua para sentir su temperatura. Pones una pequeña parte de ti contra el recipiente, y para cuando la quitas, habrás obtenido el conocimiento que poseía”.
“Has estado dentro de un humano por los últimos 48 años, por lo que aún no te has extendido, para sentir tu inmensa consciencia. Si pasáramos el suficiente tiempo aquí, comenzarías a recordarlo todo. Pero no tiene sentido hacer eso entre cada vida”.
“¿Cuántas veces he reencarnado?”
“Oh, muchas. Muchísimas. Y en muchísimas vidas diferentes”. Dije. “Esta vez serás una campesina china, en el año 540 AC”.
“Espera, ¿Qué?”. Tartamudeaste. “¿Me enviarás de vuelta en el tiempo?”
“Bueno, técnicamente, sí. El tiempo como lo conoces, sólo existe en tu universo. Las cosas son algo distintas de donde yo vengo”.
“¿De dónde vienes?”
“Mmm… Yo vengo de un lugar. Un lugar distinto. Y allí hay otros como yo. Sé que querrías saber cómo es este lugar, pero honestamente, no entenderías”.
“Oh,” Dijiste algo desilusionado. “Un momento… Si soy reencarnado en distintos lugares en el tiempo, en algún punto podría haber interactuado conmigo mismo”.
“Seguro. Pasa todo el tiempo. Y con ambas vidas conscientes únicamente de sí mismas, tú nunca sabes que este encuentro está sucediendo”.
“¿Cuál es el punto de todo esto, entonces?”
“¿En serio?” Pregunté. ¿Me estás preguntando cuál es el sentido de la vida? ¿No está un poco estereotipado?”
“Bueno, es una pregunta razonable”. Persististe.
Te miré a los ojos. “El significado de la vida, la razón por la que creé este universo, es para que madures”.
“¿Querrás decir la humanidad? ¿Quieres que maduremos?”
“No, solo tú. Creé este universo para ti. Con cada vida creces, maduras, y te vuelves un intelecto mayor”.
“¿Sólo yo? ¿Qué hay de los demás?”
“No hay nadie más”. Dije. “En este universo sólo estamos tú y yo”.
Me miraste fija, e inexpresivamente. “Pero toda la gente en la Tierra…”
“Todos son tú. Diferentes encarnaciones de ti mismo”.
“O sea que, ¿Yo soy todos?”
“Ahora lo estás entendiendo”, te dije palmeándote la espalda a manera de congratulación.
“¿Yo soy cada humano que ha vivido?”
“Y cada humano que vivirá. Exactamente”.
“¿Soy Abraham Lincoln?”
“Y eres John Wilkes Booth, también”. Agregué.
“¿Soy Hitler?”. Preguntaste apaleado.
“Y los millones que asesinó”.
“¿Soy Jesús?”
“Y todos sus seguidores”.
Te quedaste en silencio.
“Cada vez que trataste injustamente a alguien”, dije “te lo estabas haciendo a ti mismo. Cada acto de amabilidad que has hecho, te lo has hecho a ti mismo. Cada momento feliz y cada momento triste experimentado por un ser humano fue, o será, experimentado por ti”.
Lo pensaste por un largo tiempo.
Luego me preguntaste, “¿Por qué? ¿Por qué hacer todo esto?”
“Porque algún día, te volverás como yo. Porque eso es lo que eres. Eres uno de los míos. Eres mi hijo”.
“Whoa,” exclamaste incrédulo. “¿Dices que soy un dios?”.
“No. No todavía. Eres un feto. Aún estás creciendo. Una vez que hayas vivido cada vida humana a través de los tiempos, habrás crecido lo suficiente como para nacer”.
“Entonces, el universo entero es sólo…”
“Un huevo”. Respondí. “Ahora es momento de que continúes hacía  tu próxima vida”.
Y te envié hacía ella.