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lunes, 12 de agosto de 2013

La palabra perfecta

   Recuerdo aquel personaje de aquella novela en que el sufrimiento por no encontrar la palabra perfecta para comenzar una historia escrita le llevaba a la desesperación. Lo recuerdo porque, a veces, le envidio. Como envidio, sanamente, a los que pintan, a los que componen música, a los que, en definitiva, logran crear belleza.
   Como aquel personaje de aquella novela, sufro a veces por no encontrar la palabra correcta para comenzar una historia escrita. Por la mente desfilan cien mil que no encajan en los sentimientos que desfilan en mi corazón. Y a veces abandono el intento de crear algo por no luchar, por no aceptar sufrir.
   Sé que no soy un buen escritor. Es más, creo que ni siquiera puedo considerarme como tal. Soy un pobre desgraciado que intenta plasmar ideas en un papel antes de que éstas se olviden.
   Tengo tantas ganas de comenzar a escribir algo verdaderamente sincero. Sincero conmigo mismo, sobre todo. Porque si me traiciono a mí mismo, ¿qué soy?
   Algún día lo lograré. Encontrar la palabra perfecta. El sentimiento y pensamientos perfectos ya existen pero transmitirlos ¡es tan difícil!
   Dijo un gran filósofo lo de sólo sé que no sé nada. Yo, además de no saber nada, ni esa ignorancia sé expresarla.
   Pobre de mí que tengo tanto que decir y no sé hacerlo.
   Cuando leo historias escritas por otros, me encuentro conmovido por su facilidad para hacerme sentir vivo, para transformarme en otras personas por algunos instantes, por llevarme a sitios que nunca visité ni visitaré, por transportarme a otros tiempos que siempre quise experimentar. Es maravilloso crear. Lo digo ahora y lo diré siempre.
   Es estupendo encontrar la palabra perfecta. La tengo en la punta de mi pluma. A punto de salir. El rompecabezas de mis sentidos se compromete a forzar la situación.
   La palabra perfecta es…
    ¡Maldita sea! Ha vuelto a escapar.
   Volveré  sentirme inservible. Volveré a sentirme incapaz de hacer ver a los demás que puedo ayudarles.
   Pero, en definitiva, soy lo que soy, y ya escribiendo esto hago un esfuerzo por definirme.
   Sé,  en el fondo de mi ser,  que la única palabra perfecta es… AMOR. No hace falta que ni la escriba. Basta con que la transmita.
   Recuerdo,  entonces, a aquel personaje de aquella novela que también supo, a tiempo, que AMOR era su palabra buscada.
   Y quizás no le envidie tanto.

   

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