¡Bravo! ¡Bravo!
Gritaban desde
platea. Doscientas almas eufóricas, lanzando flores al escenario, aplaudiendo
rabiosamente.
Ella no veía nada
pues, aparte de ser miope, le cegaban los focos que le apuntaban directamente y
le seguían en su movimiento por el escenario mientras saludaba al respetable de
todos los flancos.
¡Brava! ¡Brava!
Vociferaban
desde los palcos, lanzando flores al escenario, los que estaban más cercanos, y
al público de platea, los más alejados, sugiriendo una suerte de lluvia
perfumada que era bien agradecida por las damas presentes.
Genuflexión tras
genuflexión, impaciente porque aquello acabara y pensando en el subsiguiente
martirio cuando fuera la actriz protagonista, y no ella, la receptora de tanta
viva emoción.
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