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martes, 14 de enero de 2014

Estratega




   En la ducha, mientras las hirvientes gotas laceraban su incipiente calva, daba vueltas y más vueltas a la estrategia a seguir.
   Cómo utilizar las palabras exactas. Colocando las pausas en el momento adecuado. Realizando malabarismos gestuales para transmitir la petición subliminal de misericordia.
   Ya llevaba un buen rato en el cuarto de baño, que se había convertido en una sauna, y pensaba que debería ir acabando pues el enemigo, que le estaba esperando, sospecharía. De todas formas, no había logrado relajarse y eso, quizás, le delataría.
   Pulsó el mando del grifo, y suspiró.
   Alargando la mano, en medio del vaho, alcanzó la toalla y se enfundó en ella. Volvió a suspirar.
   Pensó que la suerte estaba echada. Lo que tuviera que ser, que fuera. Y fuera lo que fuera, lo que fue lo había disfrutado.
   Salió del plato y se aseguró de no resbalar con los primeros pasos dentro de las chanclas. Sonrió por la dichosa Ley de Murphy, imaginando librarse del inminente enfrentamiento gracias a una proverbial rotura de cuello.
   Con la mano hizo un movimiento de limpiaparabrisas para descubrir su imagen enrojecida, en piel y ojos.
   Se guiñó el ojo derecho y escupió en el lavabo. Una masa verde proveniente de su garganta más profunda.
   Y giró el picaporte.
   -¡Hola, querida!
   Y una hora de ducha tirada por el sumidero. Literalmente.

   -Sé que te vas a enfadar pero tengo que decirte que… te engaño con tu hermana.



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